Columnistas

La esperanza generada por el papa Francisco parte del desafío que asumió de reformar la Iglesia. La actualización, la puesta en práctica de la opción preferencial de la Iglesia por los pobres y la inclusión generalizada como impostergable, de todas las almas llamadas a la santidad, generaron esa esperanza que se acrecienta con el paso del tiempo. Sus decisiones, su carisma, sin afanes pretenciosos, su franqueza, arisca a la adulación, así como lo visionario y comprometido de su servicio apostólico, originan el acompañamiento efectivo y decidido de otros como él. Requiere el concurso de otros consistentes con sus ideales cristianos, otros coherentes y visionarios hacia el humanismo que la caridad, la debida en estos tiempos aciagos, exige. El señalamiento para incidir en el cambio, el de las estructuras sociales injustas, el de los males de estos tiempos, tales como la corrupción, el consumismo, la crisis de valores, la idolatría al materialismo, el hedonismo mismo, son tareas que el Santo Padre tomó para su apostolado. En la coherencia de su espiritualidad ignaciana, su compromiso con la transformación de la realidad sobre el fundamento de fe y justicia, que el tradicionalismo arcaico, que no la tradición positiva parecía estar disolviendo, se impone. Y es en este marco pleno de desafíos y expectativas para la Iglesia Católica en el que es nombrado coordinador del Consejo de Cardenales nuestro cardenal Óscar Andrés Rodríguez. Otra alegría nos ocasiona el compatriota más sobresaliente en el campo internacional con que contamos. Tan necesitados como estamos de que se sepa allá afuera que en Honduras es más mucho más lo bueno. Su eminencia, por su prestancia lograda con el conocimiento, capacidades adquiridas y servicio misionero ha sido llamado para contribuir y aportar a la mejora del gobierno de la Iglesia. Profeta en su tierra, donde pequeñeces de unos pocos solo procuran relucir el brillo de su labor pastoral. ¡Enhorabuena! Gran bendición para Honduras.