Columnistas

Prensa y poder

La libertad de prensa siempre ha sido una quimera, una fantasía escrita en las máquinas antiguas del periodismo que se ejerce en Honduras, que está entre los tres países de Latinoamérica con el mayor número de periodistas asesinados; desde el año 2001 hasta la fecha, se han registrado casi 100 crímenes contra comunicadores. Al silenciar a un periodista se aniquila uno de los derechos fundamentales del sistema democrático, la libertad de expresión, y se silencia la posibilidad de construir una sociedad más libre.

Por ello, es fundamental examinar la interacción entre el periodismo, la censura y el control, donde a diario se ve cómo el cacique de la política utiliza diversas estrategias a fin de influir en la redirección de la noticia y callarla.

Los jefes de los círculos políticos en todas las épocas y circunstancias se han confabulado con algunos medios de comunicación, con miras a alimentar los buitres y la carroña con agendas ocultas como parte de un sistema corrupto y putrefacto que vive de la pauta oficial y la influencia de desinformadores de opinión, que busca reacomodos en las relaciones de hegemonía.

Más allá de esa conspiración contra la libertad, está la criminal censura directa o indirecta, una herramienta de mando utilizada por políticos de toda calaña para controlar la narrativa mediática, donde manipula la percepción ciudadana al relativizar la verdad y afectar la conformación de la opinión pública... y cuando no lo consigue con guante blanco, se va con el puño cerrando medios donde usa la filtración de datos personales de periodistas, la intimidación pública, la presión directa a los dueños, legislación restrictiva o a balazos como es la costumbre final de estas democracias de cavernas que se practica en este pueblón donde ha reinado la barbarie por muchas décadas y no la razón como debería ser.

En cualquier sociedad mediamente civilizada, la prensa libre es un pilar fundamental. Su papel como veedora de dominio, formadora de opinión y defensora de la verdad es indispensable para el correcto funcionamiento de las instituciones y la salud de la vida pública, pero cuando no se cumple con ese principio, hay una secuela de calamidades en las sociedades con entidades gubernamentales altamente endebles. Una prensa amordazada no puede cumplir con su misión de informar de manera veraz e independiente, donde se debilita la poca democracia, alimenta la corrupción y permite que los abusos de supremacía queden impunes.

Además, la censura tiene un efecto amedrentador en la sociedad, que crea un clima de miedo y autocensura que impide el debate público con voces que aclaren este nebuloso paisaje que han manchado con sangre y silencios los propietarios eternos del poder. Honduras es cada vez más compleja y llena de desafíos en un mundo donde la información fluye constantemente y la comunicación es más accesible que nunca, la censura se convierte en un dilema ético y político y nos plantea preguntas fundamentales sobre la libertad, la verdad y el poder.

Sin embargo, esta libertad no es absoluta, debe equilibrarse con la responsabilidad para no cruzar esa delgada línea del chantaje, el tarifazo, el odio, la manipulación y la incitación de la violencia. Un periódico autónomo tiene la responsabilidad de esclarecer oscurantismos y proporcionar información precisa en la búsqueda incesante de la veracidad y las salas de redacción con nuevos retos en el ejercicio de libertad de pensamiento necesario en Honduras; a su vez, sea informada de manera veraz desde una mirada crítica y no servil.

Redactar la nueva historia del periodismo y contarla bien es un punto de partida, no de llegada, porque cada línea debe ser de investigación certera. Es crucial y fundamental estar alerta ante este horizonte y defender la libertad de prensa, incluso de ella misma, cuando se corrompa por los mismos que desean verla en la ruina y sin luz.