Columnistas

Otra intervención estadounidense

La presencia de marines en Tegucigalpa, por vez primera, provocó la digna protesta del canciller hondureño, abogado e historiador Rómulo E. Durón, enviando nota al representante diplomático de Washington en nuestro país, el 19 de marzo de 1924.

“El Consejo de Ministros no puede menos que manifestar... su sorpresa por el hecho del desembarco y la venida de ese cuerpo de soldados a esta capital, sin autorización del Gobierno de la República, y en consecuencia, la considera como un agravio a la soberanía e independencia del país.

...La llegada de ese cuerpo de soldados al territorio de Honduras y su ingreso a la capital ha causado profundo disgusto en todos los ciudadanos, naturalmente celosos de que se mantengan ilesos los fueros de Honduras como pueblo libre y soberano...

...En previsión de que ese disgusto pueda traducirse en actos de hostilidad, el gobierno excita atentamente a vuestra excelencia a dar orden de que el expresado cuerpo de soldados se retire inmediatamente de esta capital y vuelva, a la mayor brevedad posible, al barco de guerra de donde procede...”.

Tal protesta oficial fue ignorada, empero quedó constancia jurídica e histórica de la oposición del gobierno y pueblo hondureño a tal invasión, cuyos antecedentes se remontan a 1906, “fecha que significa el inicio de la decisiva intervención norteamericana, al obligar que representantes de los gobiernos del istmo firmaran, a bordo del Marblehead, y posteriormente en San José de Costa Rica, un tratado de ‘paz y amistad’, que no se cumplió nunca a cabalidad.” (Ramón Oquelí, Gente y Situaciones. Vol. 2, pp. 13-14. Él se basa para dicha afirmación en el criterio de Paulino Valladares).

Por su parte, el escritor Froylán Turcios publicó, a partir del 21 de marzo, la hoja suelta Boletín de la Defensa Nacional. “Recuérdese que este autor venía manifestando desde las páginas de la revista Hispano América una firme posición antiimperialista con respecto a la ocupación norteamericana en Nicaragua.

El Boletín salía gratuitamente todas las tardes de los lunes, miércoles y viernes, en número de 5,000 ejemplares, era distribuido por jóvenes voluntarios en Tegucigalpa.

En el editorial del primer número, reprodujo fragmentos del discurso que publicó en 1923 en la revista Hispano América, bajo el titulo: Por la autonomía de Centro América: “Ningún centroamericano en que vibre la más insignificante emoción de patriotismo podrá reconocer jamás el menor derecho al gobierno de los Estados Unidos para inmiscuirse en nuestros asuntos internos”.

“Que no se nos diga, cínicamente, que acuden en nuestro auxilio por piadosa humanidad, pues lo cierto es que tal ayuda es interesada, nacida de un instinto pirata”.

“Somos nosotros, y solamente nosotros, los que debemos buscar el remedio a nuestros males... y no los extraños y los entrometidos.” (José Antonio Funes. Froylán Turcios y el Modernismo en Honduras, pp. 118-119)