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Mágica política

El realismo mágico y lo real maravilloso son quizá las dos formas de literatura que mejor han representado una forma de pensamiento en Latinoamérica. Estuve a punto de escribir “el pensamiento latinoamericano”, pero me di cuenta de que de ninguna manera un pensamiento mágico, fantástico o maravilloso es de forma homogénea el pensamiento de este continente.

Cuando García Márquez, Alejo Carpentier y otros tantos escritores relataron ese lado mágico de América Latina, pasó lo mismo que en otras culturas en otras épocas: se puso por escrito y con una estética específica un gran relato oral que había acompañado a los diferentes pueblos latinoamericanos a través de los tiempos.

De esa idea mágica de la realidad guardamos, ya de manera muy distante, algún sustrato. Muchos de nosotros la primera pulsera que tuvimos fue una roja que estaba formada por una especie de cuentas, y nos fue impuesta por nuestros padres para evitar el mal de ojo. Y cuántas personas no han relatado que han sido rescatados por curanderos de las garras de los maleficios. Incluso en el fútbol se habla de maldiciones que les impiden a los equipos obtener buenos resultados.

Esa forma de pensamiento muchas veces se confunde y se mezcla con la religiosidad. Recuerdo de mis tiempos en Guatemala lo mucho que se habla, medio en broma, medio en serio, de San Simón. Sin hablar de los que ponen de cabeza a los santos o los que usan elementos religiosos como amuletos.

Recuerdo que una vez a mi mamá le dijeron que echara azúcar en su negocio, por aquello de que la sal es sinónimo de poca suerte: “sos un salado”. Y bueno, los sueños que adivinan cosas, incluso los números de la lotería, es un asunto de larguísima tradición en Honduras. Por cierto, hay una gran película dirigida por Hispano Durón llamada “El sueño de Memo”, que cuenta muy bien esa realidad.

Dados estos antecedentes no es casual ni algo que esté fuera de nuestras latitudes de pensamiento que el expresidente Manuel Zelaya afirmara que hubo que hacer una limpia en Casa Presidencial. A mí, personalmente, me cuesta creer que se hable en serio. No porque esas cosas no puedan suceder, ya que no por falta de pruebas algo es falso, sino porque pienso que es algo en lo que ni siquiera debería pensarse en la casa desde la cual nos gobiernan.

Además de que, como católico practicante, entiendo que con esos temas espirituales es “mejor no meterse” y Manuel Zelaya es un líder de opinión muy importante para el país, y puede que más de alguno acabe en busca de soluciones espirituales para temas que son más prácticos y cotidianos. Ojalá que no.

Aunque debo aclarar que esto que sucedió hace poco no es un caso único. Se dice que gobernantes de muchos lugares del mundo, incluso potencias mundiales, se han dejado impresionar y asesorar por espiritistas, brujos, chamanes, videntes y demás personas dedicadas a asuntos espirituales.

La verdadera limpia hay que hacerla con la corrupción. Ese es el peor maleficio que se le ha podido hacer a Honduras. Y no son seres o realidades de otra dimensión los que han impedido el progreso de este país, sino los de aquí.

En conclusión, creo que estos hechos solo deben quedar para la anécdota, y hay que restarles importancia. Ese pensamiento mágico es mejor que se quede en la literatura, y sobre todo en los asuntos de gobernanza hay que usar el razonamiento, la ciencia y la técnica. Nada más.