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“La globalización convirtió al mundo en un lugar de alta exigencia en todos los campos de desarrollo del ser humano”

  • 24 de septiembre de 2024 a las 00:00

De vez en cuando está bien utilizar el fútbol para explicar otros hechos sociales. En los cada vez más numerosos perfiles de redes sociales dedicados al deporte y algunos exclusivamente al fútbol, abundan las publicaciones sobre la que es probablemente la generación más brillante de futbolistas hondureños (principios de los dos mil), pegándonos a muchos en la nostalgia, porque recordamos nuestra infancia y nuestra adolescencia, etapas que los futboleros vivimos ese deporte con una intensidad inaudita.

Decía que abundan las publicaciones que nos recuerdan que había un tiempo en el que nos despertábamos temprano los sábados y los domingos para ver fútbol europeo, porque además de que siempre ha sido muy atractivo, allí jugaban varios hondureños: David Suazo, Julio César de León, Edgar Álvarez, Wilson Palacios, Maynor Figueroa, Hendry Thomas, entre otros, que tuvieron muchos momentos de brillo. De paso, Carlos Pavón anotaba goles a granel en la liga mexicana y Alex Pineda y Amado Guevara eran considerados estrellas absolutas en la naciente MLS. Además, Tyson Núñez tuvo un gran suceso en Uruguay, así como otros futbolistas.

Actual y recientemente también hay hondureños haciendo un gran trabajo, Anthony Lozano se ganó un enorme respeto en la liga española, y ahora lo hace en México y Luis Palma tiene ya un nombre ganado en el fútbol europeo. Hay hondureños respetadísimos en la liga de los Estados Unidos y jóvenes promesas en diversas partes del mundo que son la esperanza para la alegría de este país.

De este breve e incompleto recuento quisiera analizar dos hechos. El primero de ellos es que por supuesto que hay menos hondureños en las ligas más competitivas, lo que puede ser considerado un síntoma de que tal vez no estamos progresando al mismo ritmo que se desarrollan los países del área y del resto del mundo. Creo que nunca se había alcanzado un nivel de competitividad tan alto como en la actualidad. Y aunque la comparación pueda ser vaga y hasta vulgar, lo mismo sucede en otros estadios de la sociedad.

La globalización convirtió al mundo en un lugar de alta exigencia en todos los campos de desarrollo del ser humano, y si no avanzamos a la velocidad necesaria, cada vez será más difícil estar en los grandes escenarios. Aunque yo no estoy de acuerdo en ver todo como una competencia, pero tal parece que son las reglas del juego.

Lo segundo que me gustaría comentar es cómo los hondureños nos identificamos con esos compatriotas que van a representarnos a ligas extranjeras. Esperamos sus partidos, que les vaya bien, nos alegra cuando tienen una notable actuación, por ejemplo, los goles de Luis Palma en la Champions League pasada. Surge un sentido de identidad que no se puede controlar. Nadie puede desear que un compatriota fracase en el extranjero. Para mí, ese es solo un indicador de lo mucho que queremos este país a pesar de todas las dificultades y las penas que nos pueda producir, porque todos sabemos que ser hondureño no es fácil.

Ojalá que en los próximos años podamos alegrarnos por los triunfos de más hondureños, porque desde mi punto de vista, ese será un síntoma de que nos pusimos en sintonía con el mundo y que eso es replicable a otros campos o por el contrario, ese resultado es efecto del desarrollo en otras áreas. El fútbol (o cualquier deporte) no es determinante para un país, pero por supuesto que habla de él.

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Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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