Columnistas

La triple alianza contra Israel

Pese al inequívoco apoyo occidental a Israel, pero especialmente de las grandes potencias, como Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido, Israel se encuentra en uno de los momentos más críticos de toda su historia. Israel está atrapado por una triple alianza que desea más que nunca su final como Estado, su desaparición física y territorial de la faz de la tierra.

Irán, que lidera esta alianza y está ad portas de desarrollar su propia arma atómica, nunca ha ocultado, desde la fundación de la República Islámica en el 1979, su anhelo de la destrucción total del Estado de Israel, utilizando todos los medios y formas posibles para lograrlo. El terrorismo indiscriminado, como hemos visto, es una de ellas.

Irán, además, se ha extendido como un peligroso pulpo por toda la región, utilizando todos sus tentáculos para lanzar ataques contra Israel.

Tras la fallida primavera árabe en Siria, el régimen de Damasco se ha vuelto cada vez más dependiente de Irán y, quizá, sin ayuda y asistencia militar hace años hubiera caído devorado por la resistencia siria, los milicianos organizados del Estado Islámico en el interior del país y las guerrillas kurdas atrincheradas en la frontera turco-siria.

Aunque también hay que reseñar que la ayuda rusa al déspota de Siria, Bashar al-Asad, ha sido crucial en la consolidación del brutal régimen sirio, aun a costa de la sangre de miles de sirios y la casi destrucción total material y económica de la nación. Para al-Asad, al igual que para Putin, las consideraciones éticas y morales siempre están en un segundo plano en aras de continuar en el poder al coste que sea. Siria es el segundo miembro de esta triple alianza de la que hablo y que conspira por la destrucción del Estado hebreo.

Luego, la influencia de Irán en Irak es también determinante en la vida política de este país, pues las milicias chiitas y sus partidos políticos afines tienen una gran influencia en el gobierno, la administración, el parlamento e incluso en el ejército iraquí. Aparte de la influencia política y militar, los nexos económicos entre Irak e Irán son muy fuertes y esos se ven robustecidos porque ambos países conforman una suerte de comunidad de intereses en torno a que ambas son chiitas, una de las principales ramas del islam. Entre el 60 y el 65% de los musulmanes iraquíes son chiitas, la religión mayoritaria también en Irán.

Hasta el Líbano también llega la tenebrosa mano de Irán a través del grupo terrorista Hezbolá. Aunque oficialmente en el Líbano este grupo es un potente partido político -cuenta con un bloque conformado por 62 diputados de los 128 del legislativo libanés-, Hezbolá posee una milicia propia armada por Irán, tiene en su haber miles de cohetes escondidos en edificios civiles libaneses y que periódicamente son utilizados para atacar a Israel, principalmente a objetivos civiles, y su potencial desestabilizador en la zona es notorio, provocando escaramuzas permanentes con el ejército israelí.

Finalmente, está Gaza, donde se aloja el grupo terrorista Hamás, que provocó los bestiales y salvajes -no merecen otro nombre- ataques a Israel por tierra, aire y mar el 7 de octubre, provocando más de 1.200 muertos, 3.000 heridos y varios centenares de rehenes secuestrados por esta horda de desalmados criminales. Mujeres violadas, familias masacradas, bebes asesinados, embarazadas, degolladas... En fin, un sinfín de cuadros dantescos e inenarrables que conformaron el mayor ataque contra el pueblo judío desde el Holocausto (1938-1945). Hamás, que coopera abiertamente y coordinadamente con Irán, nunca habría realizado este ataque a Israel sin el visto bueno de Teherán, donde están sus verdaderos jefes.

Turquía, de tímidos acercamientos a casi la ruptura de relaciones

El tercer gran enemigo de Israel en la región es Turquía, país que desde el 7 de octubre ha pasado de propiciar tímidos acercamientos a Israel a encabezar el bloque antisemita regional que lidera mano a mano con Irán.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha llegado a calificar a Israel de un “Estado terrorista”y ha reiterado en varias ocasiones su apoyo público a los líderes de Hamás, organización a la que nunca ha condenado. También Erdogan ha decretado un embargo comercial contra Israel y ha instado a otros países a que sigan sus pasos en esta senda.

Además, el presidente de la República Islámica de Irán, Ebrahim Raisí, visitó recientemente Turquía y apareció junto con Erdogan para condenar al “Estado asesino” de Israel. Ambos países reafirmaron durante la visita su odio al Estado hebreo, su apoyo a Hamás y a todos los demás grupos terroristas palestinos y apelaron a la resistencia del pueblo palestino para, imaginamos, “echar a los judíos al mar”, o “desde el río hasta el mar”, el viejo lema árabe repetido y coreado miles de veces por los manifestantes pro palestinos en todas las latitudes.

Aparte de su odio mutuo a los judíos, porque el nuevo antisionismo es el antisemitismo del siglo XXI, ambos países confirmaron su coincidencia en la política represiva y criminal contra la minoría kurda, a la que persiguen con saña casi asesina, y en fortalecer los lazos económicos turco-iraníes.

Así, Siria, Turquía e Irán constituyen las tres patas de esta suerte de triple alianza contra Israel y la principal amenaza para un país que tiene una guerra abierta, y que se vaticina larga, en la franja de Gaza. El reciente ataque de Irán con decenas de drones y misiles contra Israel, que discurría paralelamente al lanzamiento de varias decenas de cohetes por parte de Hezbolá desde el Líbano, muestra a las claras la estrecha cooperación de este grupo terrorista con Teherán. Hezbolá no es un actor soberano e independiente del Líbano, sino uno de los muchos brazos de Irán en Oriente Medio para atacar a Israel.

Si hay algo positivo en toda esta orgía de terror, muerte y regreso a la barbarie que significó el ataque del 7 de octubre, es que Israel ya puede saber nítidamente quiénes son sus amigos y quiénes sus enemigos.

Está claro que la izquierda en general, tanto en Europa como en el resto del mundo, no simpatiza con la causa israelí. Gobiernos como los de Pedro Sánchez, Gabriel Boric, Lula da Silva, Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro, por citar tan solo algunos, han tenido un comportamiento deplorable con Israel tras el ataque del 7 de octubre y en su ambigüedad calculada, deliberada, han estado más cerca de los victimarios que de las víctimas, de los terroristas que de las mujeres y hombres asesinados ese fatídico día. Pero también Israel ha podido comprobar que tiene amigos sólidos, serios y con las ideas claras, como son los casos de Estados Unidos, Alemania, Francia y el Reino Unido. Lástima que mi país, España, representada por un líder miserable, deleznable y abyecto, no se encuentre en el bando de las nobles naciones que apoyan la causa israelí.