Columnistas

La educación en la agricultura

Los centros de formación de los futuros profesionales agrícolas tienen un papel clave en el desarrollo del país.

Nos entristecen los cierres o la paralización de instituciones educativas agrícolas a causa de la falta de recursos económicos, politización, exceso de matrícula, corrupción; falta de bienestar del alumno, del profesor y personal auxiliar; deficiencia técnica y tecnológica, y la generación de profesionales deficientes.

Es importante construir nuevos enfoques en el mundo agropecuario y planear también nuevas formas de armonizar la ciencia y la agricultura.

Como es el caso, el tema de la tecnología y calidad de los alimentos se ha situado en primer plano de la atención pública debido a la alarma causada por las epizootias como la gripe aviar, la enfermedad de las vacas locas, infecciones por tuberculosis y brucelosis, colibacilosis, salmonelosis, clostridiosis, listeriosis, alergias y un largo etc.

El estudiante que egresa de una escuela agrícola ha de tener conocimientos y sensibilidad global. El profesor debe ser honesto, enseñar con los mismos estándares de Estados Unidos de América, Europa o Brasil, debe empeñarse en conseguir que los estudiantes se integren y lograr establecer mutua confianza.

Un buen profesor puede encender esa llama en el estudiante para que haga algo por encima de sus posibilidades normales y alcance lo extraordinario.

El volumen creciente de información y sus fuentes, los avances en la tecnología de los sistemas de información y comunicación, y un ambiente altamente competitivo, son indicadores de la necesidad de un nuevo perfil profesional de las ciencias agrícolas.

Además, actualmente la práctica profesional requiere de un personal más seguro de sí mismo, independiente y no formado para trabajar en un ambiente estático y burocratizado, que destruye la iniciativa y anula la creatividad.

Proponer un currículo acordado, flexible y graduable a las necesidades cambiantes del presente no puede hacerse divorciando su contenido y su práctica de los temas y objetivos de las áreas agrícolas y ambientales, específicamente la investigación y la extensión agrícola; el desarrollo agropecuario sostenible, el uso racional de los recursos naturales, educación ambiental, gerencia de mercadeo, planeamiento estratégico, gerencia moderna y liderazgo, análisis del entorno de la micro y macroeconomía, expresión y comunicación oral y escrita, manejo de la tecnología moderna de la información y comunicación, adoptar el inglés como idioma técnico y comercial, aspectos sociales y del comportamiento humano.

El mercado laboral se ha globalizado, por lo que, cuanto mejor preparado esté el profesional para competir, más fácil será conseguir empleo o triunfar como profesional independiente.

La formación de este nuevo perfil profesional para el cambio debe ser tomado como una formación básica y no como una camisa de fuerza. Requiere un equipo de profesores, líderes, directivos y planificadores preparados para desempeñarse en este ambiente turbulento.

Es también indispensable que este equipo trabaje en un medio que les facilite realizar los cambios en los programas y en los métodos de capacitación a medida que sean necesarios. Los egresados de las instituciones agrícolas se obligan a dominar los conceptos que les permitan ser competitivos en los mercados globalizados de tal manera que reciban una formación capaz de conciliar las necesidades de los productores agropecuarios, de la población con las posibilidades reales de los gobiernos en satisfacerlas.

Este es el urgente y gran problema, cuya solución deberán asumir las escuelas de las ciencias agrícolas de Honduras.