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Inversión extranjera y economía nacional

En una gran cantidad de países en desarrollo (o simplemente subdesarrollados), se considera que una de las esperanzas para mejorar sus niveles económicos siguen cifradas en la presencia y aumento de inversiones extranjeras ya sean directas (IED) o indirectas. En el caso de Honduras, la economía nacional tiene largos antecedentes históricos de funcionar con altas dosis de capital extranjero. Los enclaves minero y luego bananero marcaron la inserción del país a la economía global.

Fuimos y somos todavía un país minero; primero con los españoles, luego con estadounidenses, en años recientes con canadienses y de otras naciones. Fuimos tan bien dotados por Dios que en nuestro subsuelo sometido a la extracción, en nuestros ríos y montañas sigue habiendo oro, plata, zinc, plomo, además de otros minerales poco divulgados como el óxido de hierro, cadmio, manganeso, cobre, antimonio y metales raros. En 1930, en plena depresión económica internacional, las compañías extranjeras hicieron que Honduras se convirtiera en el mayor exportador mundial de bananos con 30 millones de racimos.

Para entender qué ocurre con los flujos de inversión extranjera directa (IED) en países como Honduras, también debemos estar claros en la dinámica de los movimientos de capital a nivel global. Somos una economía abierta y pequeña y, por lo tanto, vulnerable a la influencia de las tendencias mundiales que marcan los impulsos de nuestras exportaciones, de los precios de nuestras importaciones y de las corrientes de capitales tanto en deuda como en inversiones.

Al finalizar el siglo XX, el flujo anual de inversiones mundiales rozó el billón de dólares estadounidenses (un millón de millones). La entrada al nuevo siglo marcó un ascenso sostenido en la primera década alcanzando 1.7 billones de dólares en 2007.

En la mitad de la segunda década se alcanzó la cúspide de los dos billones. De 2015-2016 en adelante, hubo un declive persistente de los flujos de capital cayendo estrepitosamente en el año 2020 como claro resultado de la pandemia del covid. Mientras tanto, en Honduras los flujos anuales de IED normalmente habían estado entre los 1,100 y 1,200 millones de US$, que luego se derrumbaron a la mitad debido a la crisis del golpe de Estado de 2009.

Luego, se recuperaron paulatinamente en los años subsiguientes, volviendo a caer de nuevo a la mitad de ese umbral a partir del año 2018 a unos US$ 500 millones. El nuevo gobierno que inició en enero de 2022 recibió con esos bajos niveles de inversión derrumbados a partir de la crisis político-electoral de 2017. En el presente, entonces, lo que corresponde es trabajar para recuperar los niveles históricos e implementar estrategias audaces para heredar un nivel todavía mejor a la siguiente administración. Hasta ahora, estamos en deuda al respecto.

Según los datos oficiales, se tiene un flujo de US$800 millones en 2022; eso implica un promedio de US$200 de IED por trimestre. Como país, tenemos que superar las limitaciones globales con estrategias locales inteligentes para aumentar la inversión extranjera, la inversión privada nacional y, sobre todo, garantizar la efectividad de la inversión pública.Honduras todavía no es vista con los suficientes atractivos para la inversión transnacional a pesar de los significativos incentivos fiscales como, por ejemplo, las amplias exoneraciones tributarias que han tenido hace casi 40 años sectores como la maquila.

Pareciera que la tendencia mundial decreciente y temas como la inseguridad, la percepción de inestabilidad política y otros, anulan la posición geoestratégica de Honduras