Columnistas

Indiferencia social

El entorno social y cultural de una época histórica a otra son fundamentales en la comprensión de los cambios, lo mismo se puede decir de las condiciones particulares en las que cada sociedad vive, por eso resulta válido las comparaciones, eso nos permite sacar conclusiones. Desde que llegué a Tegucigalpa, hace ya varias décadas, la vida ha cambiado mucho, la gente era más solidaria, más apegada a las tradiciones y muy dada a expresar sentimientos de afectividad. El dolor humano de alguna manera era compartido, en un primer momento con los vecinos, con la gente del barrio y hasta en la ciudad. La muerte ocurrida en espacios libres llamaba la atención de los transeúntes, tanto que se detenían para buscar la forma cómo ayudar y conocer los detalles de lo acontecido. Todo ha cambiado, la tragedia humana cuando se repite insensibiliza los sentimientos. En 1974, Honduras junto a otros países exportadores de banano acordaron cobrar 50 centavos por caja de banano exportada, pero repentinamente se canceló el impuesto. Después circularon informes de que la United Brands Company había pagado un soborno por encima de un millón de dólares a las autoridades hondureñas, resultando involucrado el jefe de Estado, Oswaldo López Arellano y su ministro, Abrahán Benatton Ramos. Las Fuerzas Armadas, en cuyo nombre López Arellano gobernaba el país, lo destituyeron. Lo que siguió después de eso, es otra historia. Hoy tenemos un gobierno con un rosario de inconsistencias que van desde la violación de la Constitución de la República, pasando por actos de corrupción e impunidad, violación de los derechos humanos y el involucramiento en actos ilícitos que están siendo investigados en la fiscalía de Nueva York, sin que la institucionalidad del país se pronuncie, incluyendo al Congreso Nacional, Corte Suprema de Justicia, Fiscal General y la Procuraduría General de la República, es más, el gobernante cuenta con un irrestricto apoyo del estamento militar. Todo lo que está ocurriendo con el gobierno causa dolor y malestar en la sociedad. Un caso que es revelador de la indiferencia es el referido al médico en servicio social Yasser Cuéllar, quien murió sin la atención debida; después de que su acongojada madre lo anduviera por todo el sistema hospitalario público de San Pedro Sula y gestionara atención en hospitales privados.

En los hospitales estatales no lo pudieron atender cuando todavía era recuperable su situación, todo por falta de equipo médico y hospitalario. En los hospitales privados requerían, para ser atendido, un depósito de 500 mil lempiras, con el anuncio que diariamente podría pagar unos 150 mil lempiras. Las organizaciones sociales, económicas, políticas y religiosas no se pronuncian, como deberían de hacerlo, ante tanto drama humano; estas organizaciones, como decía el humanista español Miguel de Unamuno, están para celebrar el cumpleaños de sus miembros y enterrar a los que se mueren. La crisis del Estado se convirtió en crisis de toda la estructura social, al haberle hecho perder identidad a los movimientos populares.

Frente a la indiferencia social, la nación se desangra.