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Haití: una tragedia en blanco y negro

El 1 de enero de 1804 se convirtió en el primer país de América Latina y el Caribe en liberarse de la opresión colonialista, rompió las cadenas en la lucha por la independencia y la abolición de la esclavitud. Toussaint Louverture, un paladín hábil, encabezó la revolución haitiana en una insurrección que condujo a la liberación de todos los esclavos en el territorio.

Hoy, es la nación más pobre de América Latina, se encuentra sumida en una profunda crisis social y política que la ha convertido en un verdadero epicentro de calamidades. Desde la devastadora carencia que azota a su población, hasta la rampante violencia e inestabilidad política, parece atrapada en un ciclo interminable de sufrimiento. Desde sus primeros días como nación, ha experimentado una sucesión de dictaduras. Mientras en el siglo XIX, una serie de líderes, muchos de ellos vitalicios, gobernaron brevemente antes de ser derrocados, asesinados o exiliados. Gran parte del siglo XX estuvo marcado por los brutales gobiernos de François “Papa Doc” Duvalier y su hijo Jean-Claude “Baby Doc”.

A lo largo de los 29 años de la dictadura de Duvalier, la corrupción saqueó las arcas del país y las políticas represivas dejaron cerca de 30,000 muertos y desaparecidos. Tiempo después, cuando ya las aguas habían calmado, el 7 de julio de 2021, un comando armado asaltó el palacio presidencial y asesinó al presidente Jovenel Moïse. El magnicidio exacerbó la crisis política y social que ya estaba atravesando. Haití, con su rica historia y desafíos persistentes, enfrenta una encrucijada. La inestabilidad política y la violencia sangran a su pueblo. Se estima que más del 60% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, con un ingreso diario promedio de menos de $2. Esta situación se ve agravada por la falta de acceso a servicios básicos como la educación, la salud y la vivienda, encima con un escenario de constante inestabilidad política durante décadas. Golpes de Estado, disturbios sociales y violencia generalizada han plagado, así como ha creado un clima de miedo e incertidumbre que ha desalentado la inversión y el desarrollo.

La nación caribeña también es altamente vulnerable a los desastres naturales, donde terremotos, huracanes e inundaciones han arrasado, que deja un rastro de necesidad y dolor a la infraestructura del país, y empeora aún más la situación de penuria y precariedad en la que vive la población. La calamidad que vive exige una respuesta urgente e integral de la comunidad internacional. Se necesitan medidas concretas a fin de combatir la pobreza, promover la paz y la estabilidad política y fortalecer la resiliencia ante los desastres naturales.

Sin embargo, se debe asumir la responsabilidad de su propio futuro y las cabezas del país deben trabajar juntos con miras a establecer un sistema político estable y transparente que promueva el desarrollo económico y social. La sociedad civil haitiana debe jugar un papel activo en la construcción de un futuro mejor. No obstante, existe un rayo de esperanza. La población haitiana es un pueblo resiliente que ha demostrado su capacidad para superar la adversidad, con un compromiso renovado por parte de sus propios líderes. Este es el resultado de una compleja combinación de fracasos y errores en políticas públicas. Se requiere una acción urgente y concertada por parte de la comunidad internacional y del propio Haití que debe romper este ciclo de sufrimiento. Es urgente que se rompan las cadenas de esta esclavitud del siglo XXI, como aquel 1 de enero de 1804, con la finalidad de construir un mañana mejor en la perla del Caribe.