Columnistas

Fallecidos y desaparecidos

Este año concluye trágica y dolorosamente, con elevado número de víctimas. Miles de compatriotas sucumbieron ante los embates del coronavirus, dengue, inundaciones, accidentes, homicidios, dejando desolación, duelo, llanto, a sus familias, amistades, colegas. Honduras les dio el postrer adiós.

Profesionales y técnicos en salud expiraron en el cumplimiento del deber. Su vocación de servicio en pro del bien común, su sentido del deber prevaleció por sobre consideraciones existenciales personales, sabidos que las arriesgaban diariamente, lo que no impidió su incondicional noble misión heroica, en desafío diurno y nocturno hasta el límite físico y mental del agotamiento.

De haberse contado con adecuadas protecciones sanitarias, medicamentos y equipos en los hospitales estatales, hubiera sido menor el índice de mortalidad entre profesionales y pacientes.

Las perspectivas para el 2021 son inciertas: lejos de haber sido controlada la pandemia, continuará cobrando más muertes debido también a la insuficiente disciplina individual y colectiva de la población más la aparición de inéditas variantes del coronavirus que ponen a prueba la capacidad investigativa de científicos y transnacionales farmacéuticas.

El hecho que empiece la disponibilidad de vacunas de procedencia diversa y que se esté inoculando a personas seleccionadas, no significa que la crisis esté siendo controlada en los países del primer mundo, mucho menos en los de la periferia.

Así, el justificado temor ante nuevos brotes epidemiológicos persistirá indefinidamente, en tanto en cuanto la humanidad continúe depredando y contaminando el medio ambiente, sus tierras, mares y cielos, su flora y fauna.

Entre tantas personas que sucumbieron estos doce meses se incluyen agentes policiales, tronchadas sus vidas por la delincuencia que no cesa en su afán de lucro y sangre.

Singularizo la memoria y trayectoria del historiador Luis Adolfo Sánchez, nacido en Liure, 1958. De modesto origen, muy joven trasladose a Tegucigalpa, subsistiendo como distribuidor de periódicos, simultáneamente estudiando hasta la obtención de grados académicos. Ejerció la docencia en la alma máter y otras universidades, combinando la cátedra tradicional con tecnologías informáticas, lo que hizo más atractivas sus exposiciones del nuestro pretérito, lejano y cercano. Redactó el curso de Historia de Honduras en línea.

Su partida fue precedida por otros dos colegas: Marielos Chaverri y Marcos Carías, ambos incluidos entre los fundadores de la Carrera de Historia en la UNAH.

En varias ocasiones acompañó a su amigo, geógrafo William Davidson, en búsqueda del árbol ceiba, por diversos puntos de nuestro país. En gratitud a su cooperación, este ha empezado a redactar su próxima obra: Las ceibas de Honduras. En memoria de Luis Sánchez, 1958-2020, además sembró una ceiba en el jardín de su casa, actos reveladores de la generosidad de este estadounidense que al referirse a Honduras la llama “mi segunda patria”. Coronas de laurel para los tres colegas.

Otras personas han sido raptadas, entre ellas cinco jóvenes garífunas, desconociéndose si aún viven.