Columnistas

El libro como enemigo

La ofensiva contra los libros vino con el dominio español, cuando el obispo franciscano Diego de Landa reunió (menos cuatro) los bellos códices mayas de Yucatán y los chamuscó por diabólicos. Al Popol Wuj, Libro del Consejo, lo salvó el frayle Francisco Ximénez, de Chichicastenango, y con él preparó un útil texto quiché-español. Fue un milagro de fe y erudición antropológica, ciencia que entonces no existía.En marzo de 1946 cierto perruno diputado del dictador Carías Andino, Fernando Zepeda Durón, elevó al congreso una moción (Ley Fernanda) para legislar ante “actividades totalitarias y disociadoras contra la forma de gobierno republicana, el sistema democrático y la representatividad de Honduras”...

Curioso síndrome: su preocupación por la libertad venía de la peor y más extensa satrapía ocurrida en el país.El dictadorzuelo Julio Lozano Díaz siguió el ejemplo en febrero de 1956 con el Decreto 206 de gobierno, que estatuía una nueva Ley de Defensa del Régimen Democrático que, describían, “impera en la república” (pero que era tiranía), prohibiendo al partido comunista y su anhelo de instalar “regímenes opuestos a la democracia” u otros que en cualquier forma “tiendan a implantar un gobierno totalitario que suprima o anule las libertades, derechos y garantías inherentes a la persona humana”. ¡Miserable zángano histórico, con sus viles cómplices intelectuales, cuyos nombres hoy sorprenderían, era un déspota perverso que acuñaba palabras bellas de libertad!...

El hasta entonces demócrata presidente, Ramón Villeda Morales, legisló en julio de 1959 un “decreto quema libros” para atacar las “doctrinas disolventes” ofensivas a la democracia, y mediante el cual todo texto oliente a subversión o confrontativo de ideas liberales era confiscado y remitido a la oficina de correos para su “inmediata incineración”. Fue cuando al retornar de viajes los canes policiales del aeropuerto te registraban buscando publicaciones revolucionarias o de izquierda para cremarlas. “El horror...” cual sentenciaba Conrad.

“Mi pueblo y gobierno respaldan a los hombres de uniforme, porque pueblo y ejército debemos marchar unidos en este momento de convulsión de Centroamérica, cuando los Jinetes del Apocalipsis, que llevan en sus corazones el veneno, esparcen disolución y tratan de interrumpir la paz y tranquilidad del pueblo”, aseveró el chabacano presidente Suazo Córdova en La Paz (1982) para defender a Gustavo Álvarez Martínez, acusado por el coronel Leónidas Torres Arias, exjefe de Inteligencia Militar y excomandante de Seguridad Pública, de corrupción, preparar ataques a Nicaragua y apoyar a la Contra nica. (Becerra. “Evolución Histórica de Honduras”).

Hipócritas, falsarios, prensa de chambelanes que sabían lo planificado y aún así mentían. Estuvimos a punto de matarnos entre catrachos y nicas por designio de un psicópata (Álvarez), disimulo de un hedonista (Paz Barnica) y autoritarismo de un ególatra (Suazo C.)Y como cochino y bello es Estados Unidos, en este instante el gobernador de Florida secuestra libros escolares que traten sobre amor, sensualidad, emoción, sexo, espiritualidad y género, en vez de regular su uso. Cuantos gobernantes, que no el mundo, son crueles.