Columnistas

El año del buitre

Ni la mitad del mandato presidencial ha cumplido la señora Castro y ya saltaron por los aires los precandidatos oficialistas y opositores para sustituirla.

Cuando les conviene, alegan que la democracia es un sistema político que se basa en la participación ciudadana, la representación de los intereses colectivos y el respeto a los derechos humanos. Maravilloso concepto que adorna los discursos, pero detrás de esa pantalla sabemos que no es más que ir por la liebre en una cacería de ambiciones y padrinos como guías de la caza mayor, en una jungla atestada de serpientes, tigres, lobos, camaleones y buitres.

“Cazasueños” que aspiran a ocupar cargos públicos sin tener la experiencia, la preparación y el compromiso necesarios para ejercerlos. Todas las candidaturas políticas prematuras son alimentadas por diversas causas: el oportunismo, el populismo, el clientelismo, el nepotismo o el caudillismo. Apuros electoreros que socavan la calidad de la democracia, generando desconfianza, desinformación, polarización y corrupción. Además, impiden el desarrollo de una cultura política madura, que valore el debate, el consenso y la rendición de cuentas.

Estos lanzamientos precoces son un desafío que requiere de una reflexión crítica y una acción colectiva. Por un lado, es necesario fortalecer las instituciones democráticas, como los partidos políticos, los medios de comunicación, las organizaciones sociales y los organismos electorales. Estas instituciones deben garantizar que la transparencia, la pluralidad y la independencia imperen en los procesos electorales, así como la formación y la fiscalización de los candidatos y los gobernantes.

Por otro lado, es imprescindible fomentar la participación ciudadana informada y responsable. Los ciudadanos deben ejercer su derecho al voto con criterio y conciencia, sin dejarse influir por las promesas vacías, las especulaciones, el verbo, el maquillaje, las cancioncitas, los mártires, los colores llamativos, los intereses particulares o los caprichos de algunos que llegan a posiciones de liderazgo por procesos de sucesión, herencia, destino o simplemente porque “les toca” en la larga fila para asumir esa enorme responsabilidad. Honduras no está para cantos de sirenas. Son tiempos difíciles los que vive nuestra nación. Es el momento de sacar el país adelante, de darle oportunidad de desarrollo, no de lanzar buitres como herederos del poder. Es el momento de exigir a nuestros gobernantes que rindan cuentas, que respeten la democracia, que escuchen al pueblo. Es el momento de unirnos como ciudadanos, de defender nuestros derechos, de participar activamente en la construcción de un futuro mejor. Después de 15 años robados, de crisis económica, social y política, el país necesita un nuevo impulso que le permita recuperar el bienestar, la confianza y el protagonismo en el mundo. No es tiempo de resignarse, de conformarse con lo que hay, de seguir arrastrando los mismos problemas y las mismas divisiones. Es el momento de sacar el país adelante, de darle oportunidad de desarrollo, de apostar por la innovación, la educación y la coherencia. Para ello, se requiere una visión de futuro, un proyecto común que ilusione y movilice a la ciudadanía, que sea capaz de superar los intereses partidistas y los personalismos. No se trata de lanzar candidatos políticos por “turnos”, sino de elegir líderes que representen los valores democráticos, que sepan dialogar y consensuar, que tengan capacidad de gestión y de adaptación al cambio. No se trata de perpetuar el nuevo bipartidismo, sino de abrir el espectro político a nuevas opciones que reflejen la pluralidad y la diversidad de una Honduras llena de aspiraciones, no de aspirantes.