Columnistas

Desnudando a los fariseos de la política

Dándole vuelta a las calamidades políticas que se tejen en Latinoamérica, desde Argentina hasta la surrealista y convulsionada Honduras, que nos plantea que el salón de la infamia del poder es bárbaro, cuando se recrudece la avidez del despotismo de estos especímenes de la tiranía. En Ecuador, luego de que el presidente Guillermo Lasso disolviera la Asamblea Nacional y convocara a elecciones anticipadas, los ecuatorianos acudieron a las urnas para elegir de nuevo a legisladores y a un presidente en un contexto de violencia e inseguridad sin precedentes en el país.

En la Venezuela de la podredumbre ideológica que no madura, donde la crisis humanitaria continúa, un total de 2.3 millones de refugiados abandonaron el país de la belleza del socialismo del siglo XXI. El éxodo de los venezolanos es el mayor de Latinoamérica en los últimos 50 años. Mientras tanto, las movilizaciones llegan en momentos de agitación política para Colombia, luego del escándalo en el que Nicolás Petro, hijo mayor del presidente, admitió el ingreso de dinero sucio de las garras del narcotráfico a la campaña presidencial de su padre.

En el caso de Argentina, las elecciones legislativas dieron como resultado una derrota para la coalición gobernante, ya que, por primera vez, desde el regreso de la democracia en 1983, el peronismo ha perdido la mayoría en la Cámara de diputados; Javier Milei ganará las elecciones y perderá la cordura por los abusos de una izquierda gastada en los bolsillos de la gente.

En México lindo y herido, el racismo y clasismo han convertido en pesadilla los sueños de los migrantes, con sus muros de políticas migratorias, mientras en la arena electoral los protagonistas de este dolor se mueven al desnudo en los discursos públicos, evadiendo esa quimera que se llama derechos humanos.

En Guatemala, la segunda vuelta y sus resultados se desarrollan en momentos de brutal tensión en las turbias aguas de un proceso complejo entre la continuidad del sistema vigente y el primer gobierno de izquierda en el país de la eterna primavera que agita los inviernos del porvenir. Y allá, en el pulgarcito de América, se acumulan las evidencias que vinculan a las autoridades salvadoreñas, donde han cometido graves violaciones de derechos humanos desde que se adoptó el régimen de excepción en 2022, con denuncias creíbles de decenas de detenciones arbitrarias, incluyendo desapariciones forzadas y la muerte de dos personas que se encontraban privadas de libertad, todo por el continuo manoseo del poder y su amasijo de autocracia.

Los gorilas del oscurantismo apagan las luces del pensamiento en Nicaragua al erosionar las instituciones democráticas y asfixiar el espacio cívico, así como al cerrar la Universidad Centroamericana (UCA) que representaba un centro de excelencia académica y que iluminaba un futuro de esperanza en nuestros vecinos. La dictadura ha disuelto este año 26 universidades, al retirar la personalidad jurídica de varias de estas instituciones, siendo una medida represiva del poder absoluto, que también han cerrado partidos políticos, iglesias y organizaciones no gubernamentales, condenando a personas de conciencia, encarceladas, incluido obispos, ya que además de aplastar la libertad de pensamiento, crea un círculo de acero más feroz que el mismísimo Somoza.

En nuestra Honduras, el presidencialismo que gobierna desde la finca familiar, por primera vez siente los pasos grandes de la casta política más agria del país, la más cuestionada y la más obsoleta, que se ha unido a la ambición personal de otros, en un bloque de avaricias y venenos para sacar del poder a otra casta de políticos que no aprende ni con errores y horrores el funcionamiento de un país hecho pedazos, por esta miseria de gobernantes en procesos turbios y populistas que insisten llamarla “democracia”.