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“Desinformación”, el factor dominante de la nueva era

Las teorías conspirativas corren de arriba hacia abajo. Los extremistas –ya sea en política, economía, medio ambiente y hasta en salud– encuentran un nicho propicio para propalar sus puntos de vista sin un sustento basado en hechos reales y comprobables. Lamentablemente, hay millones de receptores que reciben esta desinformación y se adaptan a ella o llegan a creerla ciegamente, sin tomar el tiempo para verificarla.

Con la llegada del siglo XXI vino también la explosión informática que, contrario a lo que podría esperarse, ha servido para potencializar esa desinformación, ahogando en un bosque ficticio todo aquello que constituye la esencia de lo que antes se conocía como “la noticia” (información), basada en hechos que los periodistas y la opinión pública podían comprobar de acuerdo con pruebas tangibles y verificadas o testimonios y declaraciones de fuentes confiables.

Hoy en día no se impone “la verdad” –que siempre es relativa, pero jamás debe retorcerse–, sino que se impone el pensamiento o mensaje de quien tiene mayor capacidad para manipular los hechos, los medios y las redes sociales. Esto se puede apreciar en ejemplos sencillos –porque están a la vista y son evidentes–, como son las guerras en Ucrania y la más reciente, en la Franja de Gaza, para citar algo de actualidad.

Ciertamente, la desinformación ha existido desde el momento en que existe la información. Se utilizaba hace miles de años, pero sin medios de difusión masivos, hacía que su avance fuera lento y limitado.

A Joseph Goebbles se le reconoce como el genio de la propaganda nazi que, con un engaño estratégico y dirigido, logró embaucar al pueblo alemán, que solo pudo salir de la utopía que se les presentaba cuando Alemania quedó destruida en el final de la Segunda Guerra Mundial. Aquel “genio de la propaganda”, sabía que con la mentira se puede influir en toda la sociedad, si esto se lleva a cabo con arte y difusión masiva. Una de sus estrategias era la de decir medias verdades adornadas con mentiras profundas para sustentar la filosofía del nazismo.

También se le atribuye a Goebbles la frase que dice: “una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad”. En lo personal, no creo que lo haya dicho así, pero si pienso que era parte de su filosofía para expandir el pensamiento de Adolfo Hitler y su partido político.

En esta era que yo llamo “de la desinformación”, los debates se vuelven más acalorados, como bien se puede apreciar ahora mismo en Estados Unidos, en donde hay una fuerte corriente que asegura que en las elecciones presidenciales de 2020 se produjo un fraude electoral, el cual habría impedido la reelección de Donald Trump.

El entonces presidente de la nación más poderosa del mundo fue quien inició la campaña de desinformación en general. No se presentó ninguna prueba tangible, pero movió a las masas que, incluso, estuvieron dispuestas a ir en contra del Capitolio. La historia es conocida. Los hechos fueron evidentes. Se intentó revertir la voluntad popular y cambiar el rumbo de la historia y luego se abrió un fuerte debate sobre el tema que persiste hasta la fecha, todo, por una estrategia de desinformación.

De hecho, muchos de los seguidores de Trump en esta nueva campaña electoral –y el mismo expresidente– siguen repitiendo que hubo fraude... ¡sin presentar en más de tres años tan siquiera una prueba! La manipulación de la información creó una teoría conspirativa que ha perdurado con el paso del tiempo sin nada que la sustente. De hecho, en procesos judiciales se ha visto ¡con hechos! que todo fue una burda maniobra, pero la desinformación persiste y las posibilidades de que Trump vuelva a la Casa Blanca son elevadas.

Lo que se requiere para inflar una noticia falsa no es más que la capacidad de mentir y mentir –como pensaba Goebbles–, y utilizar de la mejor manera las redes sociales... entonces sí, la mentira que se repite termina siendo verdad para muchísimos incautos que creen todo lo que les llega en X, WhatsApp, Facebook, YouTube y tantas plataformas de redes sociales que existen hoy en día y están al alcance de todo el mundo.

La mala noticia no es solamente que la “desinformación” le está ganando la guerra a la “información”, sino que lo peor está por venir: ya existe y se desarrolla la inteligencia artificial. Cada vez será más accesible al gran público y, por lo tanto, será una herramienta más poderosa para mentir, confundir y engañar.

No hay una solución sencilla. De hecho, el mundo está llamado a convivir con la desinformación y, quienes quieren no ser parte del engaño, deben cuestionarse sobre todo aquello que ven, leen o escuchan. Las batallas políticas, las batallas sociales o las batallas ambientales, serán cada vez más arduas, confrontativas y hasta destructivas. El título de aquella película cómica de los años 60, “El mundo está loco, loco, loco”, será toda una realidad en la medida que la desinformación siga ganando la batalla.