Columnistas

Democratización

Mejor no confundir división con democratización. Precisamente el saltarnos pasos en este proceso de democratización en el que andamos hace más de 40 años, es lo que lleva a la división. El rechazo hacia otros partidarios por lo general tiene raíces profundas en la práctica terrible que ilegítimamente vulnerara aspiraciones, en el irrespeto a derechos adquiridos, otorgados por los votantes en los sufragios. Entonces no hay diferencias que no puedan ser zanjadas en la claridad generalizada de que el resultado en las urnas ha sido respetado, en la seguridad de que los cargos han sido asignados a quien fueron para ellos electos.

Tradicionalmente se ha entendido la democratización como el paso de algo antidemocrático a algo democrático, aunque aún no sea exactamente el ideal de democracia. Porque perseguir ideales cívicos, por inalcanzables que parezcan, debe ser un quehacer del buen ciudadano.

Los movimientos importantes habidos en el Partido Nacional, con la adhesión del liderazgo de Ricardo Álvarez al de Mauricio Oliva, así como en el Partido Liberal con la elección de una segunda bancada legislativa y las declaraciones de sus aspiraciones presidenciales de Suyapa Figueroa y de Roberto Contreras son positivos. Las motivaciones personales por ahora son irrelevantes, las que trascienden son de interés público: evitar pretensiones continuistas. Aunque, como se le va a ocurrir a JOH, con la sagacidad incomparable que le caracteriza, ir en paso tan desafortunado contra el clamor popular. No va a escuchar a quienes no piensan en él, solo en lo que pueden conseguir, sin considerar lo perjudicado que él y solo él resultaría. No son amenazas a la unidad, son pasos concretos a la democratización, aún pendiente. Claro, en el entendido de que ellos y todos nos comprometamos a que las próximas elecciones primarias y generales sean limpias, que no surjan dudas fundamentadas sobre resultados dichos por la autoridad. Y entonces se alcanzará la unidad y la democratización