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Datos confiables, cifras pirujas

Honduras nunca ha sido un modelo de estadísticas verificables y, por consiguiente, confiables. Es de todos conocido que una gran cantidad de encuestas, particularmente políticas, se acomodan a los deseos o expectativas de quien las paga, de igual manera, las cifras que manejan las entidades de gobierno no son sujetas de someterse a las más rigurosas pruebas científicas. Tengo, por ejemplo, más de 40 años de vivir en mi residencia actual, y en ese periodo, se han llevado a cabo por lo menos tres censos poblacionales y otros tantos de hogares.

En ninguno de estos procesos, los encargados de levantar los datos sobre las personas que viven en mi casa se han dignado tocar el timbre y recoger esa información que es vital para establecer políticas de desarrollo en el campo educativo, de salud, de seguridad, de empleo y de otros servicios públicos. Calculo que, si solo pasaron por enfrente de mi casa, qué pasará en todos aquellos barrios donde la incursión de extraños se vuelve peligrosa por aquello de las bandas delincuenciales, que son extremadamente celosas frente a la presencia de desconocidos.

El Banco Central de Honduras, que fue por muchos años fuente de absoluta credibilidad, hoy enfrenta serios cuestionamientos hasta en los cálculos que realiza con relación a la tasa de inflación, así como a la disponibilidad de divisas y otras informaciones que son vitales para establecer políticas monetarias. Si nos vamos al campo político, no podemos negar que cada quien ajusta las cifras del desarrollo o subdesarrollo, pobreza o miseria de acuerdo con sus conveniencias.

Cuando se está en la llanura, los partidos políticos demeritan o exageran todas aquellas acciones de gobierno que tienden a empañar su gestión administrativa; por el contrario, los gobiernos inflan o desinflan las cifras para que estas reflejen estruendosos éxitos y así es como las metidas de extremidades de muchísimos funcionarios, las negligencias, los abusos y la corrupción tienden a esconderse debajo de la alfombra como lo hacen los gatos.

La última carcajada del día se la gana el Excelso Primer Damo al haber garantizado a un grupo de incautos, representantes internacionales en un cónclave de partidos llevado a cabo en México, que en escasos 20 meses de gobierno, el régimen de su esposa había podido desbaratar más de siete golpes de Estado.

Habrase visto semejante desfachatez; su atrevimiento no pasa el mínimo examen lógico. Obliga a las siguientes preguntas: ¿Los golpistas frustrados fueron los mismos en las siete intentonas? Si es así, ¿cómo es que al tercer intento (por mucho), estos no fueron capturados, juzgados y condenados de acuerdo con la ley? O bien, ¿cómo es que, al tercer intento, si fueron los mismos, estos no se cansaron de tanto esfuerzo fallido y no desistieron de cuatro intentonas más? ¿Verdad que no cuadra? Juzguen, mis estimados lectores, si a esta información le cabe el calificativo de “piruja”.