Columnistas

Correctores y editores

La profesión del corrector en Honduras no es nueva, hay varias instituciones que tienen un corrector o una correctora desde hace muchísimo tiempo, sin embargo, es hasta ahora que poco a poco se va abriendo espacio en más instituciones para este oficio. Es tan desconocida que a mi esposa, correctora y editora ella, una vez que llenaba un formulario le dijo una persona: “Qué profesión más rara esa”. El editor sí ha sido una figura más común, pero tampoco lo ha sido demasiado.

Durante muchos años se han publicado en Honduras textos plagados de incorrecciones que, aunque tengan un contenido atractivo, cuando el lector se acerca al libro (como objeto) y posteriormente al texto, se esfuma el deseo de leerlo; a veces sí se hace, pero por puro compromiso con el conocimiento. Por supuesto, esto es producto de que el texto no ha pasado por una persona que sea experta en potenciar las posibilidades que ofrece el material original.

Publicar sin la revisión correspondiente no hace más que afectar a quien lo emite, sea un ente estatal, una oenegé, una institución privada o cualquier otro tipo de organismo. No incluyo aquí a la literatura porque en su momento le dediqué unas palabras en este espacio a los escritores y a las editoriales de ese rubro.

Supongamos que se trata de una institución que emite informes de interés social. Una mala, escasa o nula revisión solo provocará que nadie se acerque a sus informes, salvo (como ya expresé antes) aquellos que están demasiado interesados en el tema.

Cada informe (siguiendo con la suposición) que se publica es una especie de embajador de esta institución, así que cada uno de ellos puede mejorar o potenciar la imagen o bien puede echarla a perder. De nuevo, esto es muy posible que suceda si no hubo una revisión. Además de que en algunos casos (quizá extremos) se puede ver comprometida la claridad del mensaje.

Por supuesto, que presentar materiales de calidad a la población es una muestra del mucho respeto que se le tiene. Es una muestra, también, de que se camina hacia la profesionalización.Y quisiera hablar de un tipo de texto en los que el nivel de importancia de la corrección es superlativo: los textos educativos. Los textos educativos son, como su nombre lo indica, los que acompañan a los estudiantes y a los docentes en su camino de aprendizaje, por esos son tan importantes y sensibles. Y en estos casos, sería sumamente dañino que se estudiara con textos deficientes en la organización, el contenido y la corrección.

Entonces, aquí los correctores y editores se convierten en una pieza clave para mejorar los libros (o similares) y hacer que de verdad contribuyan a los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Hay que considerar que la escritura de calidad requiere mucha paciencia, de parte de la persona que escribe, de la que corrige, de la que edita, de la que distribuye o difunde, y es posiblemente lo que el mundo actual no entiende, porque se mueve tan rápido que espera que todo se mueva a ese ritmo, pero con los libros, con los textos en general, no puede ser así, quizá el único gremio que tiene esa licencia es el periodístico, porque lógicamente, en la actualidad, las noticias mueren ya no en un día, sino que en un par de horas.

Ojalá que cada día más instituciones se tomen en serio la manera en que comunican con sus textos y no llegue a nuestros ojos un producto que no tenga completo su ciclo de escritura: planificación, redacción y revisión, mucho de esto último