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Cavar menos para no fracasar

De acuerdo con una publicación de las Naciones Unidas: “La regla número uno del manual de gestión de crisis es la siguiente: cuando estás en un hoyo, lo primero que debes hacer es dejar de cavar”.

En tiempos de crisis presupuestaria como la que supuestamente vivimos en nuestro país, las personas conscientes esperan que el gobierno actúe con austeridad, tratando de no despilfarrar los escasos recursos financieros, que deben destinarse para atender las necesidades más urgentes y prioritarias de la población, que de manera sencilla podemos resumir como trabajo, alimento, salud, educación y techo. Sin embargo, algunas acciones gubernamentales dan la impresión de que nuestras autoridades están empeñadas en seguir ensanchando el hoyo de los desatinos, para que finalmente terminemos embarrados de miseria hasta los cachetes.

Es obvio que el Estado no dispone de suficientes recursos para solventar todas las necesidades del ciudadano, por lo que es imperativo replantearse el rumbo e intentar examinar nuestra problemática desde ángulos nuevos, para tener una visión diferente y más completa de la realidad nacional. Incluso analistas extranjeros ya están pensando en Honduras. Así por ejemplo, el presidente del Copenhagen Consensus Center, Bjorn Lomborg, en un reciente artículo sostiene que nuestro país “tiene enormes oportunidades por delante, pero también desafíos que podrían afectar a la prosperidad si no son gestionados con cuidado”. Y propone lo siguiente: “Reunamos a los académicos locales e internacionales para empezar a trazar un mapa de lo que realmente funciona, y resaltar en qué se puede invertir mejor el próximo lempira” (Mi Finde, pág. 6, 02/07/2022).

La idea anterior en espléndida, pero conlleva una dificultad no advertida: en nuestro medio nada especial termina funcionando, debido a que la materia prima con la cual estamos forjados los hondureños —especialmente la clase política— normalmente hecha todo a perder. Esta visión pesimista no es antojadiza, baste recordar que un ilustre compatriota dijo que “la historia de Honduras se puede escribir en una lágrima”, a pesar de que otro no menos conocido exclamaba: “¡Bendiga Dios la pródiga tierra en que nací! Fecunden el sol y las lluvias sus campos labrantíos y todas sus riquezas esplendan magníficas bajo su cielo de zafiro”.

Dejando lo lírico un tanto aparte, hay dos tareas valiosas que todavía no logramos cumplir. La primera se relaciona con el sistema impositivo prevaleciente en el país, de modo que el mismo sea verdaderamente progresivo, y que los más pobres no terminen pagando proporcionalmente mayores impuestos que los sectores acomodados. La reorientación del sistema implica realizar una exhaustiva revisión del denominado “gasto tributario”, que sencillamente comprende exoneraciones y exenciones fiscales por aproximadamente 45 mil millones de lempiras anuales, que recuperados parcialmente podrían servir para mejorar la salud, educación y vivienda popular en nuestro país.

Rescatar los recursos desviados por la corrupción también sigue pendiente. Organismos como el Fosdeh y funcionarios estadounidenses como Ricardo Zúniga, estiman que esos dineros ascienden aproximadamente a 74 mil millones de lempiras (US$3,000 millones), los cuales estamos obligados a recuperar, ya que son mañosamente sustraídos del Estado, preferentemente mediante contratos leoninos a precios sobrevalorados