Columnistas

Catedrales de lo absurdo

TEGUCIGALPA, HONDURAS

En mi formación moral, alcanzada en el seno familiar, aprendí a no odiar porque es contradictorio con el precepto cristiano de amar al prójimo. Sin embargo, al mismo tiempo, en que aprendí a apreciar todo lo bueno que tienen los seres humanos y todo lo maravilloso que nos da la naturaleza, aprendí a aceptar que estamos obligados a menospreciar todo aquello que representa la corrupción, el deseo de dañar a los demás, la hipocresía, el abuso del poder, las ambiciones malsanas, la mentira y tantas otras características destructivas. Pensando en ese mismo sentido es que he rechazado siempre aquellos intentos hipócritas de aprovecharse de la fe para alcanzar objetivos que no necesariamente van encaminados a buscar la superación material y espiritual de nuestros compatriotas. La Biblia, el libro sagrado de la cristiandad no debe ser solo “leída” en las escuelas, eso es demagogia y oportunismo; las Sagradas Escrituras deben ser “estudiadas a profundidad” junto con todos aquellos otros documentos de la humanidad que propugnan por alcanzar a Dios pregonando la obligación de buscar la bondad y el armonioso convivir entre los seres humanos. El estudio de la Biblia no es tarea de improvisados, de charlatanes, de falsos profetas, de vividores de la religión, de los comerciantes de los templos que el mismo Jesucristo se encargó de expulsar de la casa de Dios. Mucho de la desestabilización emocional de nuestros tiempos obedece a la distorsión que se ha provocado de los valores humanos elementales consignados en los libros sagrados incluyendo el Corán, el Torah y los demás pensamientos del gran Buda, Confucio y el mismo Gandhi. No queremos “biblieros”, repetidores mecánicos de algo que nunca llegan a entender mucho menos practicar, delegar una responsabilidad tan grande en los maestros más bien es injusto e irresponsable, podemos más bien provocar la confusión entre nuestros niños y jóvenes. Declamar todos los días solo por declamar, no tendrá sentido. Si no funciona, culparemos a las Sagradas Escrituras de ser malas y llegaremos al colmo de declarar “inaplicables” los preceptos de Cristo. No confundamos el cebo con la manteca, muchos ladrones, extorsionadores, violadores de cuello blanco, azul, rojo y otros multicolores, llevan metido en el sobaco una Biblia. Pongámonos serios señores, No juguemos al buen pastor queriendo, en el fondo, comernos a las ovejas.