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Cambiar rostro a la escuela hondureña

Una buena infraestructura escolar, con espacios renovados, posibilita que niños, niñas y jóvenes que viven en lugares remotos puedan estudiar y, además, tiende a mejorar la asistencia e interés de los estudiantes y maestros por el aprendizaje. Por esta misma razón, las inversiones en infraestructura escolar tienen un papel fundamental para solucionar el problema del acceso y permanencia de los estudiantes en sistema escolar y mejorar su rendimiento.

No obstante, la infraestructura educativa del país enfrenta enormes retos. El impacto acumulado de tormentas y huracanes, la falta de programas de inversión sostenida en el pasado, entre otras, son causas que explican esta realidad. Según datos registrados por la Dirección General de Construcciones Escolares y Bienes Inmuebles (Digecebi), en el 2022 de los 17,525 planteles escolares existentes a nivel nacional, cerca de 8,000 no contaban con servicio de energía eléctrica, casi 6,000 carecían de agua potable y alrededor de 14,195 tenían el techo dañado.

Es claro que en el último tiempo han existido progresos, más de 2,000 centros educativos ha sido rehabilitados y muchos más van a ser rehabilitadas a través de la Seduc, FHIS, Amhon y con financiamiento del Estado de Honduras, BID, Banco Mundial y donantes bilaterales. Desde UNICEF hemos colaborado cercanamente con la Seduc para la rehabilitación de muchos centros educativos sin embargo hay mucho por hacer.

Los esfuerzos públicos y privados, y el compromiso de las municipalidades, así como la cooperación no reembolsable que el Gobierno de Honduras ha acordado con el Gobierno de la República Popular China constituyen una enorme oportunidad para acelerar y cambiarle el rostro a la escuela hondureña. Para aprovechar bien esta oportunidad es clave basarse en lo que nos ha enseñado la experiencia reciente: la rehabilitación debe ser integral, es decir debe incluir siempre i) reparación/rehabilitación de muros, techos, acceso y electricidad y otros servicios, ii) reparaciones críticas en agua, saneamiento e higiene resiliente al impacto de cambio climático, incluyendo las facilidades que permitan una buena gestión de la higiene menstrual, y iii) conectividad digital como condición esencial para una educación para el siglo XXI en donde niñas y niños quieren estar y aprender.

Se puede rehabilitar escuelas para los próximos 10 años. Incluir el activo involucramiento de los alcaldes y alcaldesas, así como de las comunidades educativas en las definiciones y procesos de rehabilitación de escuelas, es altamente beneficioso. Moviliza recursos y capacidades locales (recursos municipales, privados y trabajo de la comunidad, entre otros) y favorece que las comunidades sientan que las escuelas son, también, su responsabilidad, lo que garantiza su cuidado y mantenimiento futuro haciendo sostenible la inversión para los próximos 10 años.

Alcanzar una rehabilitación acorde a la exigencia de los tiempos actuales. En el pasado temas como la energía eléctrica o el agua segura no necesariamente eran parte de los requisitos básicos para el funcionamiento de una escuela, hoy son exigencias mínimas ineludibles. Ocurre algo similar con la conectividad a internet, es parte de las condiciones esenciales para el funcionamiento de un centro educativo abierto a los enormes conocimientos disponibles en el mundo actual.

Honduras puede acelerar en el enfrentamiento de este desafío, cuenta con experiencias exitosas recientes en la Seduc, el FHIS y municipalidades; con estándares apropiados para guiar estas rehabilitaciones contenidas en el manual de construcciones escolares y con alianzas público-privadas que pueden potenciarse para movilizar el esfuerzo de todos y todas. El momento es ahora, el derecho a la educación de niños, niñas y adolescentes no puede esperar.