Columnistas

Artificio de la inteligencia

Esta semana tuve la oportunidad de recibir, junto a mis compañeros de la Carrera de Letras, una pequeña capacitación (poco más de una hora) sobre inteligencia artificial y educación; la facilitó, de manera excepcional, el ingeniero José Inestroza, docente de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, y quisiera compartir con usted, estimado lector, algunas de las impresiones que me dejó.

Lógicamente, desde que surgieron chatbots como Chat GPT o Gemini, que intentan imitar la producción de lenguaje y conocimiento humanos, los profesores vimos la amenaza: ¡nuestros estudiantes tendrían quien les haga la tarea! Y sí, en primera instancia ese es un hecho real, pero por supuesto que no es la última palabra. Hay algo que podemos hacer al respecto, y no es ni prohibir ni satanizar su uso.

En lo primero que hay que trabajar es en la ética. Los estudiantes deben ser capaces de decidir por lo correcto, no por miedo ni coacción, sino porque así se los dicta la conciencia. Es aquí donde las humanidades se convierten en un eje transversal de la profesionalización de los estudiantes, no en un componente periférico como se ha querido hacer ver en algunos estadios académicos.

Es necesario también cambiar la escala de valores académicos de los estudiantes. Cuando llegan a hacer trampa la hacen porque valoran muchísimo más una calificación que el aprendizaje, porque lamentablemente el sistema lo ha enseñado de esa manera.

Por otra parte, los modelos de lenguaje, que entre las inteligencias artificiales consideramos son la principal amenaza, tienen unas limitaciones, que solo desde el conocimiento sólido de un ser humano pueden ser reconocidas y corregidas.Una buena práctica que nos puede ayudar a mitigar el daño que los chatbots pueden causar al proceso enseñanza-aprendizaje es mejorando nuestras metodologías de evaluación.

Por ejemplo, diseñar actividades que se puedan evaluar con calidad y en cuyo proceso hayamos estado involucrados nosotros como docentes. Aquí se vuelve imperativo el diálogo profesor-alumno en la construcción de productos académicos y hoy más que nunca el espacio en el salón de clases es valiosísimo. Se acabaron los tiempos de dejar un ensayo a secas.

En consonancia con el diálogo, se le debe dar muchísima importancia a la expresión oral de los estudiantes. Se recomienda que los estudiantes no solo escriban resúmenes, síntesis, reseñas, ensayos, etcétera, sino que los defiendan oralmente en el salón de clases.

Recuerdo que se nos insistió en la capacitación en que hay que enseñar a hacer lo que la inteligencia artificial no puede; y en efecto, hay sutilezas, destrezas y detalles de la inteligencia y el lenguaje humano que aún escapan a los modelos de lenguaje.

También es cierto que podemos y debemos usar a nuestro favor los productos de la inteligencia artificial, en consonancia con la ética y siempre y cuando aporte a los procesos de aprendizaje, porque después de todo son herramientas.

Se me ocurre que, por ejemplo, en el salón de clases podemos debatir con un modelo de lenguaje, jugar a corregirlo o a ampliar lo que nos propone o podemos pedirle que nos cree un caso o un problema para que nosotros como curso lo resolvamos, y así, según la creatividad y el espacio educativo nos permita. Sin hablar de la infinidad de aplicaciones prácticas que tiene en cada área del conocimiento.

Así que ni es un demonio, ni nos dominará, siempre como humanos podemos dar una respuesta