Columnistas

Carnicería de lobos y delfines

Es indudable que el bipartidismo –y no solo en Honduras- ha quemado sus últimos barcos y entrado en un camino sin retorno. La aparición –y el auge- de las redes sociales poco a poco ha ido socavando el andamiaje en que se había sostenido por siglos. Hay que decir que el bipartidismo no es malo. Lo malo, en todo caso, han sido las personas o élites que han usufructuado el poder mediante sus estructuras.

Basta decir que Estados Unidos –la principal potencia militar y económica del planeta- e Israel -el pequeño gigante de Oriente Medio- han sido gobernados desde su fundación por el bipartidismo. Solo para citar dos ejemplos.

El problema con el fin del bipartidismo es que la medicina a la “epidemia” ha salido peor que la enfermedad. Los ejemplos abundan. El peor de todos, Hugo Chávez, que rompió con el bipartidismo ancestral venezolano de copeyanos y adecos. El bipartidismo español no es la excepción. El PSOE y el PP claramente se han debilitado con la irrupción –gracias a los “Indignados”- de Ciudadanos y de Podemos, de Pablo Iglesias, el acólito de Maduro.

El 28 de junio de 2009 –la misma fecha, solo que en 1914, un terrorista serbio asesinó al archiduque del Imperio Austro-Húngaro y dio origen a la Primera Guerra Mundial- el Partido Liberal pasó a la historia. Hoy por hoy solo recuerdos quedan de aquellos tiempos de gloria y poder y el principal responsable de su declive hoy se pavonea como el principal detractor del bipartidismo.

Y pareciera que ahora se le aproxima el turno al Partido Nacional. El escándalo “caja chica de la dama” y la reacción virulenta de su esposo -el expresidente Lobo- presagian negros nubarrones en el cielo que ilumina la estrella solitaria. “Viene una vendetta”, ha dicho un joven dirigente liberal. ¿Será el principio del fin del cojo ancestral?

Lobo siempre ha señalado a JOH como su delfín y JOH siempre lo ha reconocido como su mentor o maestro.

Los lobos son feroces, y peor si están hambrientos, pero los delfines son más astutos e inteligentes. Y una carnicería desigual entre ambos especímenes solo sería un festín para caballos y zopes.