Cartas al editor

En las aguas cristalinas del mar Caribe, la isla de Roatán es un paraíso tropical, conocido por sus playas de arena blanca y su biodiversidad marina. Sin embargo, detrás de su belleza natural, yace una realidad compleja donde el descanso eterno de los difuntos y la fragilidad de las barreras de coral se entrelazan en una historia de cambio y desafío.

Las barreras de coral de Roatán, parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, son una maravilla natural que alberga una increíble diversidad de vida marina. Estos ecosistemas submarinos no solo proveen hogar y sustento a innumerables especies, sino que también actúan como una barrera natural que protege las costas de la erosión. Sin embargo, la belleza y la importancia de estos arrecifes están amenazadas por diversas actividades humanas.

La contaminación, la pesca destructiva, el turismo no sostenible y el cambio climático han llevado a la degradación de estos frágiles ecosistemas, poniendo en riesgo su supervivencia a largo plazo.

A lo largo de los años, el desarrollo urbano y la expansión del turismo han ejercido presión sobre la limitada superficie de Roatán. Como resultado, los cementerios locales se han visto desplazados, ya sea para dar paso a proyectos de infraestructura o para proteger los terrenos frente a la erosión costera. Este desplazamiento no sólo implica el traslado físico de los restos humanos, sino que también conlleva un peso emocional y cultural para las comunidades locales. La pérdida de sitios de entierro ancestrales y la interrupción del vínculo con los seres queridos fallecidos plantean desafíos significativos para aquellos que llaman a Roatán su hogar. En un mundo donde los cambios ambientales y sociales son inevitables, es imperativo que honremos tanto a nuestros ancestros como a nuestro entorno natural, preservando el legado de ambos para las generaciones venideras.