Decía mi abuela que para hacer dinero hay dos negocios que nunca fallan: una cantina y una iglesia evangélica.
Tal vez suena un poco grosera la comparación, pero me imagino que mi abuela se refería a la cantidad de sectas que han surgido y de vividores que quieren hacerse ricos a costa de la religión.
Pero a lo que voy es a que en estas reuniones de los evangélicos hay cantos y exclamaciones a todo volumen porque usan unos megaparlantes, con lo que todos los vecinos, profesemos o no la religión, estamos obligados a escuchar el relajo que arman estos ciudadanos.
Creo que es una completa falta de respeto y una desconsideración de estos señores que creen que tienen derecho a imponer a otros sus cultos, ya sea en la mañana, tarde o noche. Y ni les diga nada porque entonces uno está “endiablado” o “ensatanado”.
Aquí son las autoridades las que deben poner orden y garantizar el derecho que tienen los ciudadanos a no ser interrumpidos ni alterados con semejante escándalo que hacen los hermanos evangélicos. El respeto al derecho ajeno es la paz, decía el político mexicano Benito Juárez, y creo que se aplica muy bien en este caso.
Cuántos veces estos evangélicos ruidosos han interrumpido una siesta o provocado un dolor de cabeza con tanto ruido, entre otras incomodidades y malestares. Creo que deben aprender a ser más respetuosos y entender que los demás también tenemos derechos.
Angélica Aguilar
Ciudadana