De ejemplar se puede calificar la gestión del presidente salvadoreño Nayib Bukele, que se retira con un alto grado de aceptación para su gestión presidencial que es de un 91%, además es considerado en América Latina como el mejor calificado según varias encuestas.
Pero con el llamado que le hizo públicamente a su gabinete con motivo de solicitar un permiso de seis meses para buscar su reelección, tal y como se dice en el argot deportivo, “se voló la barda”.
Los reunió a todos y en cadena nacional, teniendo como invitado especial al Fiscal General, le pidió que los investigue a todos, con él incluido.
“Yo no quiero ser conocido o pasar a la historia como mis antecesores que están presos por hechos de corrupción. Hay algo a lo que yo sí tengo miedo y es dejar un mal legado, hay presidentes presos, otros fugitivos, pero la mayoría son recordados como ladrones.
Yo no quiero ser recordado como el ladrón”. Y subrayó su compromiso con la integridad y honestidad en el ejercicio de su cargo. Esta solicitud pública al Fiscal General no la hizo porque tenga algún requerimiento personal en el Ministerio Público sino que en aras de su política de puertas abiertas, y sostuvo que en su país la justicia se ejerce de forma independiente.
Vale la pena resaltar el posicionamiento de Bukele ante la opinión pública: fue gracias a su política de seguridad que logró crear entre sus compatriotas una imagen favorable debido a su mensaje de cero tolerancia contra la delincuencia.
El 85.7% de los salvadoreños se sienten seguros con su administración por su combate frontal a las violentas pandillas criminales. Bukele pidió una licencia a la Asamblea Legislativa para participar en la campaña electoral y buscará la reelección en febrero.
Yo me pregunto, ¿cómo se sentirán aquellos que criticaron de entrada al presidente más extraordinario que ha tenido Centroamérica en la era moderna? Y que sin duda es ahora un ejemplo a seguir por sus homólogos del área, ¿tendremos en Honduras algún día un presidente de ese nivel?
