Cartas al editor

Los bancos y las iglesias

Dos temas importantes: el primero tiene que ver con la solidaridad y el segundo con la espiritualidad. Si entendemos que la solidaridad es compartir con otros tanto lo material como lo sentimental, que es ofrecer ayuda a los demás y una colaboración mutua entre las personas. Entonces la banca nacional en quien los clientes han confiado y cuya relación es fundamental para el desarrollo de la sociedad, deberían ser solidarios y ver de qué forma, tomando en cuenta la longevidad de sus clientes en estos momentos de crisis, les realizan un “bono solidario” de una cantidad de 2,000 lempiras, depositado a sus clientes por ejemplo que llevan más de cinco años con cada banco. Esto como un premio a la confianza depositada en ellos y como un incentivo para que después de la crisis continúe siendo un consumidor de sus servicios. Sería algo justo y una muestra de nobleza de los bancos que bien pueden hacerlo efectivo y sería bien visto por toda la sociedad. El otro tema está relacionado con aquel mandamiento que Jesucristo nos dejó “Amaos unos a otros; como yo os he amado”, como un claro mandato para ser solidarios los unos con los otros. Es muy importante que las iglesias que son la casa de Dios abran ya sus puertas de forma “inteligente” a sus feligreses regulando el ingreso, tomando la temperatura y las medidas de bioseguridad recomendados, no comulgar ni dar el abrazo de la paz de forma cercana. Con voluntad bien se puede. Está comprobado científicamente que en cada ser humano existen manifestaciones físicas de la presencia de Dios en nuestro cerebro cuando estamos orando o en una actividad religiosa como lo es la misa, por consiguiente, nuestro sistema inmunológico se fortalece, además, la fe despierta en nosotros la mejor versión de nuestro ser. Como la sensibilidad social. Estos son momentos en que los hondureños necesitamos aliento, esperanza e inspiración y los líderes religiosos son los llamados a transmitir estos mensajes en cada homilía. Todo es cuestión de ser solidarios y cumplir con ese mandamiento que Jesús le dejó a la humanidad.