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Jineth Bedoya, heroína en medio de la guerra

La periodista colombiana, que fue secuestrada y violada por miembros de las fuerzas paramilitares en mayo de 2000, se ha convertido en la voz de miles de mujeres víctimas de la violencia sexual en su país y continúa arriesgando su vida haciendo periodismo de investigación.

27.12.2013

Es un símbolo de la lucha por los derechos de la mujer en Colombia.

Jineth Bedoya Lima, la comunicadora colombiana que fue secuestrada, violada y torturada por miembros de las fuerzas paramilitares en su país, tenía dos opciones: el suicidio o el exilio, pero ella decidió no ocultarse y volver a ser periodista.

Ahora lidera el movimiento denominado “No es el Momento de Estar en Silencio”, que busca representar y hacer justicia por todas las mujeres que han vivido una situación similar en su país.

En un artículo publicado por diario El Mundo, durante una visita a Londres, dejó claro por qué sigue arriesgando su vida haciendo periodismo de investigación en su país. “Prefiero morirme de un balazo en Colombia antes que la soledad del exilio”.

Bedoya compartió su historia de “superviviente, no de víctima” de la violencia sexual con un grupo de periodistas en Londres, con el objetivo de despertar la conciencia de la comunidad internacional.

La periodista colombiana, que como reportera siempre estuvo cerca de la violencia y la trágica realidad de una Colombia dominada por los cárteles, se convirtió de repente en una de las miles de mujeres que forman parte de las frías cifras de la violencia sexual en su país.

“Con 26 años era una joven reportera que se quería comer el mundo, con muchas ilusiones y muchos sueños que se destruyeron el 25 de mayo del año de 2000”.

Una fecha que recuerda como si fuera hoy, incluso calcula de memoria y en voz alta que han pasado “13 años, seis meses y nueve días” desde que “me dejaron muerta en vida”, relata la publicación de El Mundo.

LOS HECHOS

A Bedoya, ahora de 40 años, le cambió la vida ese 25 de mayo de 2000 cuando iba en camino a la prisión conocida como La Modelo para hacerle una entrevista a un líder paramilitar a quien llamaban el “Panadero”, para completar una investigación sobre el tráfico de armas para el diario El Espectador donde laboraba.

“Yo sabía sobre el tráfico de armas a los presos paramilitares con la complicidad del Estado y quería contar la historia de por qué pasó la masacre en la prisión”.

Pero lo que Jineth no sabía en ese momento es que ese tráfico de armas dentro de la prisión estaba ocurriendo con la autorización de gente que estaba en una posición de mucho poder en el Ejército y la Policía.

La joven reportera no alcanzó a ingresar al centro penal, antes un grupo de paramilitares la secuestraron y la violaron.

“Cuando llegué a la entrada de la prisión una mujer me preguntó si era periodista. Estaba a punto de responder cuando un hombre se acercó, puso su brazo alrededor de mi cintura, un arma a mi lado, y me dijo que me mataría si no empezaba a caminar”, dijo en una entrevista al diario británico The Guardian.

Recuerda que la llevaron a un almacén en donde la esperaban más hombres. Luego fue trasladada a un sitio que no reconoció porque estaba vendada y atada.

Con una pistola de 9 milímetros apuntándola a la cabeza constantemente, fue secuestrada durante 16 horas por tres hombres que la torturaron y violaron mientras le decían que “estaban mandando un mensaje a la prensa colombiana”.

“Condujimos durante mucho tiempo a un lugar donde me violaron, me torturaron y me mantuvieron secuestrada, prisionera”.

La narración enchina la piel. Bedoya vuelve a revivir su infierno con una entereza sorprendente aunque al borde del llanto. Y continúa preguntándose por qué no terminó desaparecida: “Su objetivo era matarme”, reconoce. La movilización de sus compañeros del diario pudo ser clave para que fuera liberada. Horas después, un taxista la encontró tirada en una cuneta a varios kilómetros de Bogotá.

Pero 15 días después de ser secuestrada volvió a la redacción para intentar recomponer su vida y seguir siendo periodista para “buscar la verdad, la mía y la de miles de mujeres violentadas en mi país, cuento mi historia por ellas”, dice.

Y lo cumplió, la comunicadora no ha dejado de trabajar desde aquel momento.

En 2001 empezó rotativo colombiano El Tiempo y se ha involucrado al máximo en el activismo para que los crímenes sexuales en Colombia salgan a la luz y dejen de ser “crímenes pasionales” en las noticias.

Se ha convertido en el “rostro” de esta guerra participando en campañas de concienciación. Es la voz de miles de mujeres que como ella pasaron por ese aterrador calvario.

Pero esa vocación incansable contar la verdad con la mayor libertad la volvió a poner en peligro en agosto de 2003, cuando fue secuestrada de nuevo. Esta vez estuvo ocho días en manos de los guerrilleros de las FARC junto a un compañero fotógrafo. Les retuvieron por no “pedir permiso para entrar en su territorio”. Durante el cautiverio una comunidad cercana les proporcionó comida a escondidas y fue clave para mediar en su liberación.

Sin embargo Jineth Bedoya se niega a dejarse vencer por el miedo. Y está dispuesta a exigir que se investiguen los casos de abuso sexual en Colombia.

“Amo mi país y me encanta que se hable bien de él, creo que últimamente a Europa sólo llega el mensaje de que todo esta mejorando allí, es cierto, pero no se puede poner una cortina de humo, ahora mismo se está traficando con niñas en las minas de Medellín, por ejemplo”, dijo a El Mundo.

Y alerta que con el proceso de paz con las FARC “está sobre la mesa” el olvido y la total impunidad para los responsables de miles de violaciones en Colombia, incluida la suya.

Y que más allá de la solución del conflicto armado en el país latinoamericano, Jineth Bedoya vaticina que el escenario del posconflicto tampoco será muy halagüeño. “La total ausencia de la mujer en el proceso de paz deja un vacío muy grande, pone una cortina de humo sobre el problema. Muchos guerrilleros quizá dejen las armas, pero también seguirán cometiendo delitos sexuales, el cuerpo de la mujer se usa en Colombia como arma de guerra”.

En un reportaje publicado por el diario británico The Guardian, se recogen las impresiones de la periodista en el Frontline Club. “Hay casos dramáticos en las zonas rurales de Colombia donde las mujeres han sido golpeadas, donde sus pechos han sido cortados, donde han sido amputadas, donde –y esto es especialmente una práctica de los paramilitares– ellas han sido víctimas de abuso y golpeadas como una advertencia”.

¿QUIÉN ES?

Bedoya nació en 1974, de padres colombianos. Creció en el declive de la violencia, cuando Pablo Escobar emprendió la batalla en contra del Estado y la sociedad. Empezó a trabajar como reportera de la guerra en RCN después de que Escobar fue asesinado. Luego llegó a El Espectador y ahora labora para El Tiempo.

Su lucha en favor de la violencia sexual en Colombia fue reconocida en octubre de este año por la Fundación Acción contra la Violencia Armada (AOAV), que promueve el trabajo de campo y que la ubicó en una lista de los 100 periodistas más influyentes en el cubrimiento del conflicto y por “demostrar un potencial increíble contando historias”.

En 2012 recibió Premio Internacional a las Mujeres de Coraje que entrega anualmente el Departamento de Estado de los Estados Unidos. La presea le fue entregada por la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, y la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton.

Hoy, 13 años después de enfrentar el horror, Jineth no desmaya en su lucha, pero vive amenazada y debe andar con seguridad. Pero su compromiso con el periodismo sigue intacto tras haber sido protagonista involuntaria del horror que ha revivido en ese reciente viaje a Londres. “Aquí he sido libre, pero ahora regreso a la realidad, al coche blindado y a los guardaespaldas, pero no tengo miedo, lo peor que me podía pasar en la vida ya me pasó”.

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