Opinión

Tiempos difíciles: hora de cambios

Los hondureños estamos sufriendo el embate de tiempos más duros de los que estamos acostumbrados. La situación de inseguridad, como resultado de la criminalidad común, las maras y el narcotráfico, ha llegado a un punto que es prácticamente intolerable. Lo peor es que como ciudadanos no podemos confiar ni en nuestras propias autoridades, ya que todo parece indicar que desde sus altos mandos hasta los niveles inferiores, hay una tremenda contaminación. Tenemos el dudoso honor de contar con la ciudad con la tasa de muertes violentas más alta del mundo.

En la educación, el actual ministro con la valentía que posiblemente muchos no esperábamos, ha denunciado las nefastas alianzas entre muchos diputados y los dirigentes magisteriales, que tienen secuestrada la gobernabilidad del sector con sus secuelas negativas en la calidad de la educación. Niños recibiendo clases en condiciones infrahumanas, mientras la planilla salarial engulle la mayor tajada del presupuesto. En salud, los hospitales públicos pasan desabastecidos de medicinas y no cuentan con la infraestructura humana y física requerida para atender a los hondureños pobres que demandan sus servicios.

Para completar el cuadro anterior, a nivel macroeconómico estamos padeciendo de una crisis fiscal que por su recurrencia, se ha vuelto un problema crónico. El reciente comunicado del Fondo Monetario Internacional, producto de la revisión del Artículo IV, solo ha venido a confirmar lo que ya era conocido por la mayoría de los hondureños. El déficit fiscal del gobierno central en el año 2012 fue de 6%, que es un déficit elevado y difícil de financiar, originado de la fuerte presión del gasto corriente ante la ausencia de una estrategia y de acciones concretas para racionalizar el crecimiento del aparato burocrático, asfixiado por la planilla de sueldos y salarios, subsidios politizados, transferencias a empresas públicas con pérdidas y el gasto incremental en el bono 10 Mil. A esto se agrega la incapacidad de la Dirección Ejecutiva de Ingresos para lograr una eficiente recaudación tributaria, afectada por la empleomanía política y los intereses.

Como es de esperar, el FMI recomienda medidas como una política monetaria más restrictiva, con incrementos a la tasa de política monetaria y al encaje legal, todo lo cual vendrá a incrementar el costo de los recursos, afectando las actividades productivas del sector privado. El Fondo recomienda nuevamente revisar la política cambiaria, ante la pérdida de reservas internacionales, que han disminuido a un nivel equivalente a 3 meses de importaciones, después de tener una cobertura de 3.5 meses.

Como último acontecimiento, la agencia calificadora Moody´s Investors Service ha anunciado un cambio en la perspectiva de calificación de Honduras de estable a negativa, aunque afirmó la calificación de B2 de los bonos del gobierno en moneda local y extranjera. Habrá que esperar a ver las repercusiones que esto tendrá en los mercados internacionales, especialmente ante la intención del gobierno de colocar bonos soberanos en dichos mercados.

Ante el panorama anterior, los hondureños no debemos simplemente lamentarnos de nuestra mala suerte. Tenemos que unirnos para forzar los cambios estructurales que nuestro país necesita para dar un viraje a esta nave que pareciera a punto de zozobrar. Para esto, es importantísimo que saquemos a los políticos que por años han pernoctado en el Congreso Nacional y en otros puestos públicos y que son los responsables de nuestra situación. De no hacerlo, las cosas no cambiarán en Honduras y seguiremos siendo víctimas de los abusos de poder, del nepotismo, de un aparato público ineficiente y que solo sirve como agencia de empleo de los políticos de turno y sus familiares y amigos, de la corrupción e impunidad, de leyes aprobadas con dedicatoria para beneficiar a unos pocos, de la inseguridad que nos tiene tan desesperados, de la falta de empleo, de la creciente pobreza y desigualdad.

Este año es de elecciones generales y por lo tanto debemos aprovechar la oportunidad para sacar a los mercaderes del templo e instaurar un liderazgo positivo, con visión de futuro, que actúe con honestidad, transparencia y con respeto a la ley, buscando el bien de todos.

Como dijo el pensador francés Augusto Comte, “Solo los buenos sentimientos pueden unirnos, el interés jamás ha forjado uniones duraderas”.