Opinión

La alfabetización científica en el siglo XXI

En el año 2005 --a petición del Congreso de Estados Unidos de América--, se elaboró y publicó un informe titulado “Superando la tormenta que se avecina”.

El documento hace un diagnóstico del debilitamiento de la formación científica de los docentes y de la sociedad estadounidense en general. El énfasis estuvo puesto en llamar la atención sobre la necesidad de fortalecer la enseñanza y el aprendizaje tanto de las Matemáticas como de las Ciencias Naturales.

En este documento se hacen cuatro recomendaciones fundamentales. De esas cuatro recomendaciones, tres tienen una relación directa con la educación. Se propone –-entre otras cosas--, la necesidad de fortalecer la formación científica de los docentes y, en consecuencia, la importancia que adquiere crear incentivos para la investigación científica tanto para el mundo especializado como para la sociedad en general. Sin duda, en el fondo estaba la preocupación que EE UU perdiera el liderazgo económico mundial. En realidad, lo que se proponía era que la sociedad estadounidense estuviera alfabetizada científicamente.

En la actualidad, existe un debate sobre el sentido de las instituciones educativas. A ellas, se les demanda tres grandes tipos de alfabetizaciones: la tradicional (saber leer y escribir); la alfabetización digital (manejar las herramientas para tener acceso y saber usar la información que circula en Internet y las herramientas correspondientes); y, la alfabetización científica.

La primera alfabetización, permitió que las personas vivieran y tuvieran acceso a los conocimientos de la modernidad. Una vez inventada la imprenta, quien no supiera leer y escribir, estaba fuera del acceso a la información. La escuela garantizaba que la gente tuviera acceso a esa información. Por eso la escuela se construyó como “el templo del saber”. La escuela era la principal –y muchas veces la única forma– de acceder al conocimiento.

La segunda alfabetización tiene que ver con el manejo de las herramientas relacionadas con el mundo tecnológico y su uso. Saber usar una herramienta tecnológica no es garantía de saber buscar información relevante con esa herramienta. Por esta razón, conectar los parques a Internet es tan solo un requisito para entrar a una red de conocimiento que cada vez se ensancha mucho más. Vale decir, estar alfabetizado digitalmente significa dominar tanto las herramientas como saber buscar información por medio de ellas. Quien no sabe buscar información válida y pertinente, está semialfabetizado digitalmente.

La tercera alfabetización es la científica. De la misma forma que saber leer y escribir fue un aspecto importante para no quedar al margen del mundo moderno. De esa misma forma, la alfabetización científica se convierte en un pasaporte para gozar del mundo contemporáneo. Ser ciudadano hoy, en gran parte pasa por estar alfabetizado en estas tres dimensiones.

Nuestro mundo está marcado por un enfoque y una estrategia científica. Toda la gente sabe que vivimos en un mundo marcado por la tecnología. Vivir en este mundo es más simple y más complejo. Más simple porque hay más cosas a nuestro alcance.

Más complejo porque hay códigos que tradicionalmente no se usaban y hoy son necesarios. Vivir hoy, significa usar determinadas herramientas tecnológicas necesarias para la vida cotidiana. Cada día se argumenta que vivimos en una vida que se caracteriza por los cambios tecnológicos.

La vida cotidiana de nuestros abuelos era diferente a la nuestra. La de ellos: más sencilla. La nuestra requiere ciertas competencias tecnológico-científicas. De eso trata este artículo: de reflexionar sobre la vida en sociedad. Se trata de pensar de nuevo la vida cotidiana. Hay que aceptar que para ser ciudadano en pleno siglo XXI, hay que comprender cosas que antes no lo hacíamos.

Hoy se puede afirmar que el desempeño ciudadano pasa en gran parte por la alfabetización científica. Esta última pasa por estar alfabetizado científicamente. Hay consenso que el ciudadano contemporáneo necesita comprender el mundo científico. La ciudadanía pasa más por la ciencia que por la historia. Podemos saber lo que pasó antes. Eso nos permite tener memoria histórica. Sin embargo, en la vida cotidiana necesitamos manejar las herramientas tecnológicas actuales. Necesitamos comprender y hacer buen uso de esas herramientas. Eso nos permite ser parte de nuestro mundo contemporáneo.

La alfabetización científica requiere despertar el interés por aprender ciencia. Se trata de enseñar a aprender conocimiento científico que tenga un sentido para comprender la vida cotidiana. Esto obliga a cambiar la idea de ciencia y de conocimiento científico. Por eso se puede sostener que la alfabetización científica debe ser una tarea de la educación básica y media. Aunque el conocimiento cambia rápidamente, los fundamentos de la ciencia: la física, la química, la biología, no cambian con la misma velocidad.

Sin embargo, en nuestro país se presentan tres características fundamentales:

En primer lugar, los docentes encargados tanto de la enseñanza de la Matemática como de las Ciencias Naturales, pareciera que despiertan poco interés para que sus alumnos aprendan. No se dan cuenta que los centros educativos deben desarrollar estrategias para despertar el interés por el aprendizaje de la ciencia.

En segundo lugar, la enseñanza de las Ciencias Naturales no ocupa un lugar fundamental en la política educativa hondureña. Pareciera que hablar, escribir bien -o regular-, y resolver problemas de matemática, ajusta para responder a las nuevas demandas de una sociedad que requiere competencias cada vez más complejas. La enseñanza de las Ciencias Naturales –por razones que no se comprenden-, han pasado a ocupar un lugar secundario en la preocupación de los gobiernos. En el plano internacional, la preocupación está puesta en la evaluación del rendimiento en matemáticas y español. En el caso hondureño las pruebas de evaluación se basan en esos dos campos del conocimiento.

En tercer lugar, en el campo educativo se da una gran confusión entre ser docente de Ciencias Naturales y ser científico.

Hay muchos docentes que actúan como si fueran científicos y no como docentes. Hay docentes que creen que su prestigio pasa por la capacidad que tienen para que sus alumnos no le entiendan. Asumen que a mayor dificultad, mayor importancia adquieren como profesionales.

Se consideran científicos y no docentes. Ignoran que los docentes enseñamos lo que los científicos investigan. Los docentes no producimos conocimientos científicos. Nuestro trabajo es enseñarlo. Esta situación refleja una crisis de identidad profesional del docente de Ciencias Naturales o de Matemáticas.

En suma, los temas más importantes que se dan en el mundo contemporáneo tienen que ver con el mundo científico y tecnológico. Pero este mundo científico rebasa la tradicional idea de ciencia. Hoy el desafío es comprender de manera científica los temas y los problemas ciudadanos. La escuela tiene este gran desafío.
Estar alfabetizado científicamente no quiere decir que alguien es científico.

Tampoco quiere decir que es un especialista en uno de los campos de las Ciencias Naturales o de la Matemática: quiere decir, que puede comprender la naturaleza y alcance de las cosas que usamos en la vida cotidiana. Formar un hondureño del siglo XXI pasa en gran parte por este proceso. Hoy debemos alfabetizar científicamente.

La escuela del siglo XIX tenía como función alfabetizar: enseñar a leer y escribir. La escuela contemporánea, requiere desarrollar dos procesos complementarios: la alfabetización digital y la alfabetización científica.
Aunque esa es nuestra función actual, siempre quedamos en deuda. Nuestros centros educativos deben reconvertirse.

Deben reinventarse. Hay que reconstruirlos. Todo en función de las nuevas alfabetizaciones.
Pero, como pasa con casi todas las cosas de la vida cotidiana: una cosa es lo que debemos hacer y otra es lo que hacemos. La alfabetización científica se convierte en una nueva deuda de nuestro sistema educativo.