Editorial

Tanto la nación hondureña como cada uno de nosotros, quienes la habitamos, debemos realizar una necesaria introspección, por el bien colectivo e individual, buscando responder, en medio de esta compleja crisis existencial, a interrogantes claves relativas al significado de la vida y la muerte: ¿cómo nos ha transformado la pandemia? ¿Hacia dónde se dirige la patria? ¿Es posible implementar al corto plazo cambios sistémicos o continuaremos aplicando modelos que la experiencia acumulada ha demostrado son obsoletos? ¿Quiénes deben decidir este dilema? ¿Delegamos en una minoría tal formidable cometido o lo asumimos como responsabilidad de todos y todas? ¿Sabemos con certeza hacia dónde nos dirigimos? ¿Qué nos aguarda el futuro?

Igualmente, a título personal, debemos preguntarnos: ¿actuamos en función del bien común, solidariamente, o nos aislamos totalmente sin preocuparnos del bienestar grupal, refugiándonos en nuestro ego, indiferentes ante lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿Nos quedamos aquí, en nuestro país, o lo abandonamos para marcharnos al extranjero? ¿Estamos fortalecidos o deprimidos anímica y materialmente ante esta emergencia multidimensional? ¿Hemos examinado nuestra salud física pero también la mental? ¿Somos optimistas o sucumbimos ante estados emocionales negativos: angustia, agresividad, baja autoestima, soledad? ¿Somos capaces de valorar lo esencial, descartando lo superfluo?

El hacer una pausa reflexiva en medio del cotidiano trajín es necesario, en función de lo inmediato, pero, igualmente, de lo futuro, lo mediato, en búsqueda de lo relevante, trascendente y pertinente. El autoexamen permite analizar nuestros sentimientos, expectativas, temores, experiencias. Las respuestas a que lleguemos conllevan implicaciones filosóficas, cambios en nuestros estilos de vida grupal y personal, que incidirán favorable o desfavorablemente en el rumbo y la dirección del país y de nosotros.