Editorial

Los retos del nuevo vocero de la Maccih

La intempestiva salida de Juan Jiménez Mayor del cargo de vocero de la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (Maccih) en febrero pasado cayó como un balde de agua fría sobre la sociedad hondureña, que comenzaba a ver como, con el apoyo de ese organismo creado por exigencias de la sociedad civil y bajo la tutela de la Organización de Estados Americanos (OEA), se empezaban a dar las primeras acciones judiciales contra quienes se supone se excedieron en el desempeño de sus funciones públicas y saquearon las arcas del Estado para beneficio personal y de sus grupos.

Pero la noticia de que el gobierno hondureño ha dado el beneplácito para que asuma como nuevo vocero del organismo el fiscal brasileño Luiz Antonio Guimaraes Marrey parece haber devuelto la esperanza a los diversos sectores sociales que ven esperanzados que con la ayuda de la Maccih, Honduras comience a frenar la galopante corrupción que tanto daño a hecho históricamente a esta nación.

Es en este contexto de desánimo y desesperanza que Guimaraes Marrey llega a Honduras, donde quizá va a enfrentar los retos más grandes de su carrera profesional y de su lucha en pro de la justicia. Sus retos son muchos. Uno, deberá estar atento al proceso de selección del nuevo fiscal, quien, a la vuelta de la esquina, será su aliado (o su enemigo) principal en la lucha contra la corrupción, pues en manos del nuevo fiscal estará la decisión de que la Maccih siga su trabajo con la misma intensidad que ahora, o no. Deberá, además, definir su relación con el Congreso Nacional y enfrentar las animadversiones que la Misión tiene al interior del órgano legislativo.

Pero lo principal, lo que no debe olvidar, es que su principal reto será alentar las esperanzas de los hondureños alrededor de una lucha eficaz contra la corrupción.

Y deberá estar claro que su trabajo no será fácil, ya que internamente los que históricamente han manejado la cosa pública a su libre albedrío se han unido para hacerle frente y evitar que los hilos de la justicia lleguen hasta el patio de sus casas.