Editorial

La dolorosa migración ilegal

Según cifras del Observatorio Consular y Migratorio de Honduras (Conmigho), 22,750 hondureños han sido deportados este año desde distintas partes del mundo.

Las cifras son solo un reflejo del doloroso drama que viven miles de hombres y mujeres que se ven obligados a migrar por diferentes causas, entre las que resaltan las oportunidades laborales que no hay en el país que les vio nacer y los altos índices de violencia y delincuencia, pero también la corrupción, el crimen organizado y transnacional, el tráfico de drogas y el lavado de dinero.

Otro dato alarmante que nos dejan estas cifras es el alto número de mujeres, niños y niñas deportados en este primer trimestre: 1,255 mujeres, 864 niños y 336 niñas desde México, y 2,079 mujeres 1,322 niños y 1,314 niñas desde los Estados Unidos.

Pero más allá de los números, se trata de historias de vida, del dolor, los vejámenes, las penurias que sufren los migrantes en el largo y tortuoso camino que les lleva en pos de sus sueños, el mal llamado “sueño americano”, aunque también dejan ver que Estados Unidos ya no es el único destino, pues en el registro de Conmigho están incluidos 47 hondureños deportados desde Europa y 61 connacionales más retornados desde Centroamérica.

Las cifras que hoy comentamos son oficiales y esperamos que sean insumo de las nuevas autoridades para redefinir las políticas integrales de atención a los grupos más vulnerables, a los que la violencia y la pobreza les obliga a exponer sus vidas para ir en busca de un empleo digno con el cual poder atender las necesidades básicas de sus familias.

Hacia ahí deberían encaminarse las acciones gubernamentales, no hacerlo nos expondrá a seguir viendo el incremento de los flujos migratorios de los más necesitados. Se tiene que actuar, y con celeridad, en las tareas de salvaguardar la vida de quienes ven en la migración ilegal el único camino viable para mejorar sus condiciones de vida.