Editorial

Grave y complejo problema social

En EL HERALDO hemos dedicado varios reportajes in situ para enfocar el surgimiento, expansión y consolidación de las pandillas juveniles y sus vínculos con el crimen organizado.

La extorsión, el tráfico de drogas, el lavado de activos, el sicariato y las disputas territoriales son algunas de las modalidades criminales que adoptan y que constituyen un verdadero desafío para el Estado y el tejido social.

En sus actividades delincuenciales involucran a menores y mujeres, utilizando la violencia, y cuando es necesario, el soborno a las autoridades encargadas de reprimirlas.

La adquisición de sofisticadas tecnologías de comunicación para interceptar los mensajes de las fuerzas policiales, al igual que la compra de armas de fuego, revela su creciente poder adquisitivo resultado de sus ilícitas ganancias.

Otro resultado del reclutamiento de potenciales miembros en las filas de las maras desemboca en el asesinato de aquellos (as) que rehúsan incorporarse y/o su traslado hacia otras zonas del país o el éxodo hacia el exterior, en un intento por encontrar paz y refugio ante el acoso.

También los centros educativos, su alumnado y profesorado, experimentan un más que justificado temor ante la infiltración de que son objeto.

Los distintos gobiernos han permitido, con su inicial actitud de indiferencia e impunidad, que su crecimiento haya sido veloz, desbordando en ocasiones la capacidad disuasiva y represiva del Estado, y hoy se cosechan los resultados de la falta de adopción de medidas preventivas.

El International Crisis Group, en el estudio “El salario del miedo: maras, violencia y extorsión en Centroamérica”, concluye que “las respuestas públicas y políticas a ellas, arraigadas en la estigmatización de los pobres y una fe ciega en los efectos de las duras medidas de seguridad, solo han agravado la violencia y los niveles de animosidad social.

Ni las políticas de mano dura ni las negociaciones abiertas... han tenido éxito, ya que ambas estrategias se han visto socavadas por la debilidad de las instituciones estatales... encargadas de implementarlas y la capacidad de las maras de adaptarse a las nuevas circunstancias y sacar provecho de ellas”.