Editorial

De regreso a clases en la UNAH

Por fin la legalidad y la razón triunfan sobre la terquedad en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Gracias a ello, unos 87 mil universitarios regresan a las aulas, luego de perder dos meses y medio de clases. Un puñado de estudiantes que -movidos más por intereses políticos que académicos- se habían tomado las instalaciones educativas, la semana pasada fueron desalojados; sin embargo, aún quedan algunos que persisten en causar problemas.

Es vergonzoso ver cómo una ristra de sillas en las entradas de los edificios separa a los estudiantes del conocimiento y los condena a la ignorancia, sin que las autoridades de la UNAH tengan la sapiencia para normalizar las labores.

Son casi 80 días perdidos, en los que se ha visto de todo: enfrentamiento de los protestantes con la Policía, la arrogancia de los representantes legales de la universidad, la necedad y agresividad de los manifestantes al grado de llegar a cometer actos delincuenciales al saquear oficinas y soldar los portones de los edificios.

Solo en un país como Honduras se pierde el tiempo de esta manera y a nadie le importa el costo académico y económico. Para tener una idea del impacto financiero basta ver la planilla de 145 millones de lempiras que paga mensualmente la universidad a personal administrativo y docente.

Si a esto se suma lo que representa económicamente para un padre de familia el mantener un hijo o hija en la universidad, entonces los daños son incuantificables.

Tuvo que intervenir el Congreso Nacional para poner fin a un conflicto que debió prevenirse al ayudar y exigir a los estudiantes elaborar un reglamento que rigiera sus elecciones destinadas a elegir quiénes serán sus representantes ante el Consejo Universitario, como lo estipula la Ley Orgánica de la UNAH.

Ojalá no se vuelva a perder más tiempo en esta casa de estudios superiores. Que las autoridades que la rectoran se apeguen a la ley, se interesen en la atención de los reclamos estudiantiles y tengan la suficiente sabiduría y determinación para mantener el control de la alma máter.