Opinión

Cipriano Martínez, un auténtico líder

Honduras ha perdido a uno de sus hijos más representativos con la muerte el pasado viernes de Cipriano Martínez, el cacique mayor de una de las tribus tolupanes que habitan en la Montaña de la Flor, considerado una leyenda viviente de ese pueblo originario que después de ser derrotado y sometido por los conquistadores españoles, ha sido víctima de la imposición religiosa, del despojo de sus tierras por parte de terratenientes y otros ladinos, al igual que por el abandono de los gobiernos que hemos tenido.

Después de la muerte en 2011 del otro gran cacique de los tolupanes que habitan en la Montaña de la Flor, Julio Soto, cuando tenía 90 años edad, Cipriano se quedó como el único y máximo líder de esa etnia, que a la par de luchar contra la invasión de sus tierras y la pobreza en que vive su pueblo, también rendía homenaje a sus ancestros, resistiendo a la aculturización: de hecho, de todas las tribus tolupanes, las únicas que conservan su lengua, el tol, muchas de sus costumbres y hasta reminiscencias de las creencias religiosas que practicaban antes de que los españoles impusieran el catolicismo a sangre y fuego son las que viven en la Montaña de la Flor.

Cipriano Martínez, que con sus 115 a cuestas era quizás también el hombre más viejo de Honduras, fue un líder extraordinario, fiel a sus principios, a su cultura, a su pueblo, a su visión del mundo. En el fondo, ni siquiera la fuerte aculturación a la que él mismo como individuo fue sometido logró hacerle renunciar a sus raíces. Tan genuina fue su lucha que a pesar de la autoridad indiscutible que tenía entre su pueblo y a los tímidos acercamientos que tuvo con algunos gobiernos, con el poder, siempre vivió en la más completa pobreza y así murió.

Ningún gobierno ha hecho algo tangible por estas comunidades. Muchos presidentes usaron a este hombre para promocionarse en el poder. Y tristemente recordamos que un presidente le obsequió un burro a Cipriano. Así eran los aportes que los gobiernos que daban.

Esperemos que el reencuentro de Cipriano con esa tierra a la que tanto amó no marque el fin de la lucha de los tolupanes por mantener su cultura, que los religiosos los dejen en paz, y que el gobierno haga algo para que se respeten sus derechos y puedan más bien recuperar algo de lo mucho que han perdido.

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