Cartas al editor

Relatos de un profesor III

Y es que definitivamente, y así lo dijo Friere: “No será equitativo que las injusticias, los abusos, las extorsiones, las ganancias ilícitas, los tráficos de influencia, el uso del cargo para la satisfacción de intereses personales, que nada de eso por lo que con justa ira luchamos se corrija”.

Pedagogía de la Esperanza, pág. 26 La batalla en Honduras para vencer la corrupción por medio de la educación sin duda alguna será épica, y aunque atados de pies y manos, los formadores somos llamados para ir a la vanguardia en dicho proceso cultural y transformador, la sociedad está dando a luz a una juventud que cada día se queda sin esperanzas.

El estudiante que llega al instituto sin desayunar, con muchos conflictos en casa, y el padre de familia que debido a la carga laboral excesiva se acomoda y quiere que los profesores casi adoptemos a sus hijos -ya que ellos poco o nada aportan con la formación de los mismos-, son, para mí, de los principales retos a los que nos enfrentamos actualmente, y es que antes que llenar un cerebro de conocimiento hay que llenar un corazón de amor.

Nuestra tarea es ardua, y es un proyecto a largo plazo, pero si ahora perdemos la esperanza en nuestra juventud, si ahora renunciamos a ellos, sin temor a equivocarme, estaremos destruyendo nuestro futuro.

Pues un docente es aquel que ejerce una noble labor, aquel que construye con su esfuerzo y dedicación las bases para un futuro distinto, el que se toma fuerte de la mano con la tolerancia, el respeto y el compromiso, aquel que está exhausto pero en su rostro se refleja satisfacción.