Cartas al editor

Maldito el hombre que confía en el hombre

Leer las columnas de los señores Roger Marín y Pablo Carías, del 16 de noviembre, y del señor César Cáceres, del 12 de noviembre, me puso a pensar que estamos nuevamente ante una oportunidad de cambiar el rumbo de nuestra amada patria para bien. Desafortunadamente, aún empeñamos nuestra esperanza en que un “mesías” resuelva los problemas propios y del país.

Esto nos lleva a elegir a nuestros gobernantes por ímpetu estomacal o emocional en lugar de hacerlo racionalmente, como expone el Sr. Cáceres.

Nos dejamos engañar (sospecho que algunos, tristemente, lo hacemos adrede para calmar la ansiedad) por promesas que difícilmente pueden cumplirse, como dice el Sr. Carías.

Aunque la columna del Sr. Carías se limita a denunciar a un solo candidato, aplica también a otros que, estando o habiendo estado en el gobierno, han demostrado ya que incumplen sus promesas, especialmente la de cumplir y hacer cumplir las leyes de nuestra Constitución.

Algunos confiamos en ideologías que, en teoría, consiguen bienestar y progreso, como expone el Sr. Marín. Por desgracia, su éxito depende de la integridad del “mesías” que lidera su ejecución, quien no es más que un simple hombre sujeto a la corrupción, al orgullo, al deseo de poder y a la codicia.

Aunque una ideología sea buena, su práctica es viciada por los que la llevan a cabo, de lo cual la historia es testigo. Por eso no es acertado votar por un candidato solamente porque comparte nuestra ideología.

Las consecuencias de confiar en el hombre las sufrimos a diario, resultado de décadas de dejarnos llevar por instintos básicos para elegir a nuestros gobernantes. Por eso, votemos con la razón, no con el estómago o el corazón.

Enrique Paredes

Ciudadano