Cartas al editor

No entiendo por qué estoy acá, yo procuré toda mi vida hacer el bien, nunca maté a nadie, bueno algunas cucarachas por detestables, pero nunca corté un tan solo árbol, no entiendo la verdad qué hago aquí, ¡no entiendo! A mis casi treinta y cinco años de vida y sintiéndome todavía lleno de ella, no me explico por qué estoy en este lugar, llevaba una vida muy tranquila, y lo que más me decepciona es que no me dio chance de despedirme de mis hijos y no creo que ahora pueda hacer algo para cambiar el futuro de ellos, al parecer en la vida no basta con ser bueno.

También estoy sorprendido de estar en el lugar del mismo tipo que casi me quita la vida solo por robarme, acá estamos los dos, no en la misma celda, pero sí en el mismo lugar, que injusta es la vida, aunque en realidad ahora que estoy en este lugar no puedo llamarle a esto vida, no sé qué pensar, no sé qué sentir, es inefable lo que me pasó; esa mañana salí como de costumbre para mi trabajo y a mitad de camino, porque vivía cerca y me gusta caminar, pero ese día me tocó correr mucho porque un tipo salió con revólver en mano y en aquel momento solo pensé en correr, nunca fui tan atleta pero ese día el ladrón rápidamente quedó atrás y cuando pasé por aquella puerta que iba a dar hacia un parque, fue cuando de pronto sentí que estaba en un horno, me desorienté mucho y, desesperado, empecé a buscar la salida que nunca encontré.

Solo días después me encontré con aquel tipo que prácticamente me forzó a llegar hacia este lugar, de verdad todavía no entiendo, ¿por qué estoy acá? Caminé desesperado por este desesperante lugar en busca de respuestas, pero nadie me decía nada, acá nadie hablaba con nadie, fue entonces cuando escuché mi nombre y con el cuello y el pecho empapado de sudor desperté. Qué horrible sueño, todo fue muy real, y al abrir la puerta de mi habitación sentí nuevamente aquella ola de calor insoportable, estaba vivo, ¿pero en el infierno? ¿Y los árboles?, me pregunté... (Cuento).