Cartas al editor

El espíritu franciscano

Ayer, 4 de octubre, la Iglesia Católica homenajeó a San Francisco de Asís, fundador de la orden franciscana, al que se le atribuyen milagros y la facultad de hablar con los animales. Fue un santo que vivió tiempos difíciles de la Iglesia y la ayudó mucho. Renunció a su herencia, dándole más importancia en su vida a los bienes espirituales que a los materiales. Su padre era comerciante y su madre pertenecía a una familia noble. Tenían una situación económica muy desahogada. Francisco visitaba y servía a los enfermos en los hospitales. Siempre regalaba a los pobres sus vestidos o el dinero que llevaba, hasta que llegó el día en que vendió todo lo que tenía para darlo a los pobres. Son famosas las anécdotas de los pajarillos que venían a escucharle cuando cantaba las grandezas del Señor, del conejillo que no quería separarse de él y del lobo amansado por el santo. Algunos dicen que estas son leyendas, otros no. San Francisco contribuyó a la renovación de la Iglesia de la decadencia y el desorden en que había caído durante la Edad Media. ¿Pero qué nos enseña la vida de San Francisco de Asís? Sin duda, nos legó la enseñanza de vivir la virtud de la humildad, pero sobre todo, que fue capaz de ver la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. En este año de elecciones generales es importante que nuestros candidatos y candidatas a cargos de elección popular recuerden la oración de San Francisco de Asís que dice así: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la fe. Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. Amén”. Dedicado a los alumnos y exalumnos del Instituto San Francisco de Comayagüela. Lux et Veritas (Luz y Verdad).