Cartas al editor

El encuentro

El suceso que les voy a contar marcó mi vida para siempre, y es que es increíble como algún hecho en particular puede marcarte la existencia, me encontraba en la pila de mi casa lavando unos zapatos, cuando mi esposa me gritó: ¡Una culebra! Y cuando buscaba con la mirada el machete mi hija pequeña salía al patio por los gritos de su madre, sin percatarse que el reptil estaba muy cerca de la puerta, entonces agarré una vara que estaba en el patio y sin pensarlo dos veces golpeé a aquel animal que se enfureció tras el impacto, abría la boca y tiraba zarpazos mientras yo cubría a mi hija con el cuerpo, fueron aproximadamente diez minutos, de los más intensos de mi vida que batallé con aquella serpiente como de un metro de largo y color verde, no sé de dónde saqué agilidad tanto así que la acorralé en una esquina y los golpes que le daba los pocos golpes, porque ella me atacaba más y tenía que esquivarla, pero cuando le pegaba quedaba aturdida, el último golpe fue cuando se movió mirando a mi hija quien me tomaba fuerte de la pierna entonces como David a Goliat, le solté un varazo que le arranqué la cabeza.

Al pasar de los días y recordando el suceso con mi mejor amigo y quien siempre ha sido un apoyo incondicional para mí, es como la figura paterna que nunca tuve, me dijo: “no me cabe duda que usted nunca se da por vencido y que mi ahijada tiene un excelente papá, recuerda cuando recién nacida usted perdió su trabajo, y todo lo que hizo para que a ella nunca le faltara la leche, o la vez que se enfermó y que para conseguir el dinero empeñó su moto y todos los solares que tuvo que chapear para no perderla, quien diría que un hombre que domina las letras podía dominar también a su manera esas herramientas”, la vida a veces se pone dura hermano, pero por mi hija sostengo el cielo con las manos para que no le caiga encima, la vida se enfrenta con valentía, vencer o morir. (Cuento)