Cartas al editor

Son muchas las personas de diferentes estratos sociales que al comienzo del año tienen como costumbre consultar a mal llamados santeros o brujos que se supone tienen la habilidad para leer las cartas o hacer trabajos de amarres o separaciones, claro, que previo a una suma de dinero establecida. Para colmo, estos personajes de ambos sexos han invadido las redes sociales y buscan mediante este medio de comunicación cazar incautos. Cada quien es libre de buscar, creer o no, en este tipo de servicios que brindan, antes en persona y ahora online.

La brujería no es algo nuevo, en los tiempos bíblicos ya había personas que se dedicaban a adivinar el futuro, ponerse en contacto con los muertos e, incluso, hacer hechicerías. En la actualidad, estas prácticas siguen existiendo, y ahora hasta se han hecho populares y de moda. Esto se ve en las lecturas de mano, el tarot, el horóscopo, los rituales para sanidad, amor o dinero, espiritismo, la predicción del futuro, la ouija, etc. Sin embargo, por más comunes que sean, la Palabra de Dios tiene una postura firme con respecto a todo tipo de brujería.

La Biblia dice que la brujería es un pecado (1 Samuel 15:23), y al igual que cada pecado, ofende a Dios. Él es santo y por eso no soporta el mal. Cuando nosotros pecamos, despreciamos gravemente a nuestro Creador y a todo lo que representa. La brujería es un pecado porque implica consultar a Satanás, en vez de a Él; esto pasa con la predicción del futuro. Por ejemplo, nadie puede conocer el futuro más que Dios, y si buscamos sabiduría fuera de Él, estamos implicando que hay alguien más poderoso.

Dios nos advierte que nos alejemos de la brujería porque sabe que contaminaremos nuestro corazón. Si nos acercamos por curiosidad o porque creemos que es inocente, estaremos poniendo en peligro nuestra fe. También nos advierte que nadie debe intentar jugar con las cosas del diablo, incluso nos advierte que por más que estemos firmes en la fe, seamos cuidadosos de no caer (1 Corintios 10:12).