Opinión

Cartagena y la crisis de las cumbres

Las cosas comenzaron mal y terminaron mal. Aunque el presidente anfitrión Juan Manuel Santos asegura que el “El hecho de que no haya declaración no es un fracaso”, la cuestión es que la VI Cumbre de las Américas solo sirvió para remarcar las diferencias entre Estados Unidos y Latinoamérica.

Peor aún, el propio sistema de reuniones presidenciales creado por Washington en 1994 está en crisis.

Es cierto que no es la primera vez que una cumbre continental concluye sin que haya una declaración final, ya que para eso se requiere del consenso de todos los participantes; pero hay malos recuerdos de esa falta de consenso, como el descarrilamiento del Alca, que tuvo su génesis en la Cumbre de las Américas de 2005.

En esta ocasión desde mucho antes de la cumbre se preveían las dificultades, como cuando el presidente colombiano Juan Manuel Santos visitó personalmente a Raúl Castro para informarle que “infortunadamente” no se logró el visto bueno de Estados Unidos para que Cuba participara en la cumbre, una exigencia de los países miembros de la Alba, que desde ya anunciaron que no asistirán a la próxima cumbre sin la isla comunista.

Pero también estaba de por medio otro viejo desencuentro entre Estados Unidos y Latinoamérica: el reclamo argentino por la soberanía de las islas Malvinas y el apoyo de Washington a Gran Bretaña en la guerra de 1982, sin importar que la misma superpotencia había instado a la firma del TIAR, que obligaba a los países del continente a apoyarse mutuamente ante una agresión externa.

Otro tema, más reciente, de divergencia entre nuestra región y Estados Unidos es la violencia y la corrupción generada por el narcotráfico que está arruinando la vida de países enteros, como Honduras, sus demás vecinos centroamericanos y México.

Mientras Estados Unidos insiste en mantener la misma estrategia que ha seguido durante más de cuarenta años, los países latinoamericanos –que son los que aportan los muertos y los que más sufren la inseguridad– ante el obvio fracaso, están pidiendo un debate para buscar acciones alternativas.

Pero no hay duda de que a Estados Unidos y a Canadá, por un lado, y a Latinoamérica y el Caribe, por el otro, les conviene más bien fortalecer sus brazos de unión, así es que en ambos lados se necesitan líderes que tengan más deseos de integrar que de separar más al continente americano.

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