¿El reloj del fin del mundo está adelantado?

Faltan otros mil millones de años para que el Sol queme la Tierra hasta convertirla en cenizas, y es posible que otras formas de vida emerjan en el planeta

El reloj sigue estando a 90 segundos antes del cero

dom 25 de febrero de 2024 a las 16:1

Por Dennis Overbye / The New York Times

El 23 de enero, el Boletín de Científicos Atómicos anunció que había decidido no hacer cambio al Reloj del Fin del Mundo, un cronógrafo metafórico inventado en 1947 como una forma de dramatizar la amenaza del Armagedón nuclear. El reloj fue diseñado originalmente con un rango de 15 minutos, en cuenta regresiva hasta la medianoche, y los miembros del Boletín lo ajustan de vez en cuando en respuesta a acontecimientos actuales, que ahora incluyen amenazas como el cambio climático y las pandemias.

En 1991, después de la desintegración de la Unión Soviética y la firma del primer Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, el reloj fue retrasado a 17 minutos para la medianoche. Pero hace un año, después de que Rusia invadió Ucrania y amenazó con usar armas nucleares, el reloj fue puesto a 90 segundos para la medianoche, lo más cerca que ha estado hasta ahora del Fin. La amenaza de armas nucleares en Ucrania ha disminuido desde entonces, pero el reloj sigue estando a 90 segundos antes del cero.

Entre los cosmólogos, la pregunta es si somos los únicos seres en el universo que nos hemos sometido a posiblemente estar condenados a la aniquilación.

$!El Reloj del Fin del Mundo marca 90 segundos para la medianoche, lo más cerca que ha estado del Fin.

En las décadas de 1970 y 1980, los astrofísicos Michael H. Hart y Frank J. Tipler señalaron que la Vía Láctea tiene 10 mil millones de años, pero cualquier civilización inteligente que surgiera en ella debería necesitar sólo 100 millones de años aproximadamente para visitar o colonizar cada planeta en ella —tal vez enviando sondas robóticas autorreplicantes al espacio, de manera que la cantidad de planetas o estrellas visitadas se duplicara, digamos, cada 10 mil años.

Sin embargo, no hay evidencia de que la Tierra haya sido visitada, o siquiera recibido una señal de radio interestelar —el Gran Silencio, como lo llaman los radioastrónomos.

¿Por qué?

Una explicación sencilla es que otras civilizaciones están demasiado dispersas en el espacio y el tiempo como para que conozcamos de la existencia unas de otras. O que realmente estamos solos.

Otra teoría es que las civilizaciones inteligentes no sobreviven mucho tiempo a su propia inteligencia, o por lo menos no lo suficiente como para hacer mucho progreso. Robin Hanson, economista en la Universidad George Mason, en Virginia, ha sugerido que las grandes civilizaciones sucumben inevitablemente a lo que él llama el Gran Filtro, una barrera o una serie de barreras que impiden que se forme vida para empezar o cortan las alas de una raza tecnológica antes de que pueda volverse interestelar: guerra, pestilencia, cambio climático, experimentos genéticos mal concebidos. ¿Tenemos suerte de haber llegado tan lejos o nos espera un desastre?

En otra visión escalofriante, Jeremiah P. Ostriker y Edwin L. Turner, astrónomos en la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, propusieron en la década de 1980 que una variedad de civilizaciones inteligentes surgirían en todas partes de la galaxia y con el tiempo interactuarían, a veces comerciando, a veces peleando. Sólo las más agresivas y paranoicas sobrevivirían, dejando a una especie asesina suprema. Al darse cuenta de ello, otras civilizaciones no querrían llamar la atención sobre sí mismas. Esta noción llegó a ser conocida como el Bosque Oscuro, por el título de una popular novela de ciencia ficción del 2008 de Liu Cixin.

Cualquier nueva civilización inteligente que apareciera en esa galaxia —la humanidad, por ejemplo— duraría sólo hasta que sus señales hubieran sido emitidas el tiempo suficiente para ser detectadas por los vecinos cósmicos asesinos. Ostriker calificó de “tiempo suficiente” unos 5 mil años.

Nuestras perspectivas son sombrías. Pero podría haber un rayo de esperanza. Ni siquiera una guerra termonuclear total acabaría con todo; algunos microbios pueden vivir en reactores nucleares y otros entornos improbables.

Faltan otros mil millones de años para que el Sol queme la Tierra hasta convertirla en cenizas, y es posible que las formas de vida más interesantes de nuestro planeta aún estén por llegar.

Por supuesto, aún podríamos cambiar nuestras andadas y sobrevivir para heredar la galaxia. Incluso 90 segundos para la medianoche no es demasiado tarde para mejorar nuestra relación entre nosotros y con la Tierra.

© 2024 The New York Times Company

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