Políticas de EUA frustran los sueños de un poblado

Funcionarios europeos llevan tiempo intentando disuadir a los países miembros de competir por inversiones empresariales y desatar una guerra de subsidios

El Centro de Mo i Rana, que intenta consolidarse como la capital verde de Noruega.

jue 14 de marzo de 2024 a las 16:54

Por Jeanna Smialek y Ana Swanson / The New York Times

MO I RANA, Noruega — En Mo i Rana, un pequeño pueblo industrial noruego al borde del Círculo Polar Ártico, una cavernosa fábrica gris permanece sin terminar —un monumento a la esperanza económica incumplida.

La empresa de baterías eléctricas Freyr estaba a mitad de construir estas enormes instalaciones cuando se aprobó el amplio proyecto de ley climático de la Administración Biden en el 2022. Quizás la legislación climática más importante de la historia, la Ley de Reducción de la Inflación prometió aproximadamente 369 mil millones de dólares en exenciones fiscales y subvenciones para tecnología de energía limpia durante la próxima década. Sus incentivos para la producción de baterías en Estados Unidos eran tan generosos que terminaron por ayudar a impulsar a Freyr a pausar sus instalaciones en Noruega y concentrarse en mudarse al Estado de Georgia.

La startup aún está recaudando dinero para construir la fábrica mientras intenta demostrar la viabilidad de su tecnología clave, pero ha cambiado su registro comercial a Estados Unidos.

$!Freyr, startup de baterías eléctricas, detuvo construcción de una fábrica cerca de Mo i Rana, Noruega, por políticas de EU.

Su cambio fue simbólico de un estira y afloja global más extenso a medida que los países compiten por las empresas y tecnologías que darán forma al futuro de la energía. El mundo se ha alejado de décadas de énfasis en la competencia privada y se ha sumergido en una nueva era de política industrial competitiva —una en la que las naciones están ofreciendo un mosaico de regulaciones favorables y subsidios públicos para tratar de atraer industrias verdes como los vehículos eléctricos, la energía solar y el hidrógeno.

Mo i Rana ofrece un claro ejemplo de la competencia en curso. El poblado industrial está tratando de establecerse como la capital de la energía verde de Noruega, por lo que la decisión de Freyr de invertir en otro lugar fue un duro revés. Las autoridades locales originalmente esperaban que la fábrica pudiera atraer a miles de empleados y nuevos residentes a su pueblo de unos 20 mil habitantes —una promesa tentadora para una región que lucha contra una población que envejece. En lugar de ello, Freyr emplea sólo a unas 110 personas a nivel local en su planta de pruebas centrada en el desarrollo tecnológico.

“La Ley de Reducción de la Inflación lo cambió todo”, dijo Ingvild Skogvold, directora administrativa de Ranaregionen Naeringsforening, un grupo de la cámara de comercio en Mo i Rana. Criticó la respuesta del Gobierno nacional: “Cuando el mundo cambia, hay que adaptarse, y no hemos sido lo suficientemente eficientes en nuestra respuesta a la LRI”.

Las implicaciones se extienden más allá de Mo i Rana. Existe una creciente sensación de que tanto la Unión Europea como Noruega, que no es miembro oficial, pero sigue muchas de las políticas de la UE, podrían rezagarse en la carrera hacia la energía limpia.

China tiene el 80 por ciento de la capacidad mundial para producir las baterías que son esenciales para las redes de energía verde y los autos eléctricos. Eso ha dejado a las naciones con una “sensación de vulnerabilidad por la concentración de la oferta”, dijo Antoine Vagneur-Jones, director de comercio y cadenas de suministro en Bloomberg New Energy Finance.

Para países como Noruega, rezagarse podría significar seguir dependiendo económicamente del sector del petróleo y el gas. “Vemos en el horizonte que el petróleo y el gas retrocederán”, dijo Ole Kolstad, de Rana Utvikling, una oficina de desarrollo empresarial en Mo i Rana. “Tenemos que ser parte de esa transición”.

Mo i Rana no es ajeno a los cambios en el desarrollo industrial global: las oscilaciones entre ayuda estatal y los principios del libre mercado han sido fundamentales en su historia.

El legado industrial del poblado comenzó en serio a principios del siglo 20, cuando una empresa vinculada al inventor estadounidense Thomas Edison desarrolló infraestructura y construyó un ferrocarril hacia lo que entonces era un pequeño asentamiento minero.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno noruego construyó una gran acería paraestatal en Mo i Rana, generando empleos y una explosión demográfica. Pero la era de la industria subsidiada por el Estado terminó en la década de 1970, cuando un exceso de producción provocó el desplome en los precios del acero. Para finales de la década de 1980, el Gobierno noruego había decidido privatizar la producción en el poblado. La población nunca creció mucho más allá de su pico de los años 1970.

Mientras las autoridades de desarrollo local intentan atraer a los jóvenes y asegurar el crecimiento futuro, consideran a la energía sostenible como crucial. “Queremos ser la capital de la energía verde de Noruega”, afirmó Geir Waage, el Alcalde.

Los funcionarios de Mo i Rana están hablando con las autoridades nacionales para idear un marco que compita con las políticas de EU —parte de un impulso más amplio que se está llevando a cabo en Europa y el mundo. Pero algunos temen que el Gobierno de Noruega no responda.

La mayoría de los países capitalistas ha pasado las últimas décadas derribando las barreras al comercio. Pero luego la Administración Trump impuso aranceles elevados, incluyendo algunos dirigidos a aliados en Europa. Y la Administración Biden fue más allá con su proyecto de ley sobre el clima, dando preferencia a algunos productos fabricados en Estados Unidos y tratando de estimular la producción nacional.

El reciente giro hacia políticas más proteccionistas destinadas a apuntalar las industrias nacionales ha presentado una incógnita para la Unión Europea, que considera que los principios de un comercio justo y abierto son críticos para su proyecto de integración europea.

Los funcionarios europeos tienen mucho tiempo de intentar disuadir a los países miembros de competir por inversiones empresariales y desatar una guerra de subsidios. Pero el resurgimiento de los subsidios específicos en Estados Unidos está poniendo a prueba esos compromisos. Otras naciones han ofrecido incentivos, incluyendo créditos fiscales en Canadá y propuestas de subsidios para baterías en India.

En respuesta a la Ley de Reducción de la Inflación, Europa aflojó sus estrictas restricciones a la ayuda estatal el año pasado, lo que permitió a los gobiernos nacionales ofrecer más subsidios a la industria de la energía limpia. Los países ahora ofrecen paquetes caso por caso: Alemania está dando al productor de baterías Northvolt alrededor de 980 millones de dólares en ayuda estatal.

Pero incluso un paquete como ese tendría dificultades para competir con el crédito fiscal estadounidense, dijo Birger Steen, director ejecutivo de Freyr.

“No sería equivalente, pero sería un muy buen comienzo”, afirmó. Freyr ha mantenido lista su fábrica a medio construir para poder poner producción en Noruega en caso de que la política cambie a su favor.

Los subsidios europeos suman quizás entre el 20 y el 40 por ciento del costo de inversión de una empresa, en comparación con más del 200 por ciento en Estados Unidos, dijo Jonas Erraia, socio de Menon Economics, que estudia la industria de las baterías. El Gobierno noruego ha rechazado las solicitudes de más, añadió. “El Gobierno noruego básicamente dijo que subsidiar industrias no es lo suyo”, dijo.

Hay motivos para la vacilación. Los países no quieren apuntalar empresas que no pueden valerse por sí solas.

“El mercado decide cuál de los proyectos sobrevivirá”, dijo Anne Marit Bjornflaten, Secretaria de Estado de Noruega ante el Ministro de Comercio e Industria. “Nuestra ambición como Gobierno es movilizar la mayor cantidad de capital privado posible”.

Freyr aún está trabajando para demostrar que su tecnología clave de almacenamiento de energía es escalable.

Recibirá créditos fiscales a la producción en Estados Unidos si produce baterías con éxito, pero cualquier préstamo favorable que obtenga para permitir la construcción de una fábrica en Georgia podría no rendir mucho si la empresa no tiene éxito. Había recibido 17.5 millones de dólares en ayuda pública para construir la fábrica de Noruega.

En Mo i Rana, los grupos empresariales temen rezagarse.

Skogvold, del grupo de la Cámara de Comercio, entrevistó a Jan Christian Vestre, Ministro de Comercio e Industria de Noruega, el 26 de enero. Le preguntó por qué el Gobierno no había sido más agresivo con los incentivos verdes.

“No volveremos a introducir subsidios a la producción”, afirmó. Pero más tarde añadió que el mundo tendría mucha demanda de fábricas de baterías y que esperaba que “si podemos hacerlo rentable en Noruega, y si el capital privado lidera el camino, podremos tener éxito con esto en Noruega”.

Brent Murray contribuyó con reportes a este artículo.

© 2024 The New York Times Company

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