Comparten historia de vínculo entre un hombre pescador y una cigüeña

Un fotógrafo de vida silvestre que trabaja para el Gobierno local, comenzó a compartir fotografías del par en las redes sociales, donde se difundió la historia

La cigüeña Yaren lleva 13 años seguidos visitando el barco de Adem Yilmaz. La historia del par les ha dado fama inesperada. (Ivor Prickett para The New York Times)

jue 4 de abril de 2024 a las 14:34

Por Ben Hubbard y Safak Timur/ The New York Times

ESKIKARAAGAC, Turquía — Hace 13 años, un pescador pobre de una pequeña aldea turca estaba sacando su red de un lago cuando escuchó un ruido detrás de él y se volvió para encontrar un majestuoso ser parado en la proa de su bote de remos.

Adem Yilmaz, el pescador, la reconoció como una de las cigüeñas blancas que llevaban mucho tiempo veraneando en el pueblo. Pero nunca había visto una tan cerca y mucho menos recibido a una en su bote.

Le arrojó un pescado, que el ave devoró. Le lanzó otro. Y otro.

Así inició una historia improbable que ha cautivado a Turquía a medida que los años —y una hábil campaña en las redes sociales realizada por un fotógrafo de naturaleza local— han difundido la historia del par como una fábula moderna.

La cigüeña, apodada Yaren, o “compañera”, en turco, no sólo regresó repetidamente al barco de Yilmaz ese primer año, sino que después de migrar al sur para pasar el invierno, regresó la primavera siguiente al mismo pueblo, al mismo nido —y al mismo bote. En febrero, después de que Yaren apareció en la aldea por decimotercer año consecutivo, los medios de comunicación locales cubrieron alegremente su llegada.

La historia del par ha traído fama inesperada a Yilmaz, de 70 años, y a Yaren, de aproximadamente 17 años. Han coprotagonizado un libro infantil y un documental premiado. Se espera que este año se estrene en los cines de toda Turquía una película de aventuras para niños con un cameo de Yilmaz (y una representación digital de la cigüeña). Y los amantes de las cigüeñas de todo el mundo pueden ver a Yaren y su pareja, Nazli, o “coqueta” en turco, en una cámara web de 24 horas instalada por el Gobierno local.

“Es una historia real con sabor a cuento”, dijo Ali Ozkan, Alcalde de Karacabey, cuyo distrito incluye la aldea.

La historia ha puesto a Eskikaraagac —de 235 habitantes— en el mapa, atrayendo a estudiantes y turistas. Muchos buscan el nido de Yaren, que se encuentra en una plataforma encima de un poste eléctrico cerca de la casa de Yilmaz, y si ven al pescador, lo llenan de preguntas y le piden posar para fotos.

Una mañana reciente, Yilmaz estaba en su jardín, sosteniendo un recipiente con pescado. Yaren y Nazli estaban en su nido.

“¡Yaren!”, gritó Yilmaz. Ambas aves planearon al patio e Yilmaz lanzó peces a sus picos.

“Están satisfechos”, anunció Yilmaz después de que las aves habían consumidos unas dos docenas de pescado. “Después de 13 años, sé cuando lo están”.

Al principio, otros aldeanos se burlaban de Yilmaz o decían que estaba perdiendo su tiempo —y su pescado. Eso cambió en el quinto año, cuando Alper Tuydes, un fotógrafo de vida silvestre que trabaja para el Gobierno local, comenzó a compartir fotografías del par en las redes sociales. La historia se difundió, recibiendo un impulso cada primavera con la llegada de Yaren.

Las cigüeñas, que pueden vivir más de 20 años en estado salvaje, tienen fuertes memorias que les permiten recordar rutas migratorias desde lugares tan al norte como Polonia y Alemania hasta lugares tan al sur como Sudáfrica. Omer Donduren, un ornitólogo turco, dijo que las experiencias de Yaren con Yilmaz probablemente se han convertido en parte de su memoria.

“La naturaleza no tiene mucho espacio para las emociones”, dijo Donduren. “Para la cigüeña se trata de comida fácil”.

La explicación de Yilmaz es mucho más sencilla.

“Es simplemente amar a un animal”, dijo. “Son criaturas de Dios”.

© 2024 The New York Times Company

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