Apagado el clásico neón de Hong Kong

Desde el 2020, una ley de seguridad nacional penaliza actos considerados amenazantes para el Estado. Por ello, estudiantes y ex legisladores están en prisión.

El debut directorial de la cineasta hongkonese Anastasia Tsang, “A Light Never Goes Out” (Una Luz Nunca se Apaga), trata sobre una familia que lidia con la muerte de un fabricante de rótulos de neón. La película es una elegía a un oficio moribundo que también podría ser un réquiem por algo más grande.

Desde el 2021, cuando rodó la película, han desaparecido muchos de los rótulos de neón que usó como telón de fondo.

Cardin Chan opera Tetra Neon Exchange, un grupo dedicado a conservar rótulos fuera de servicio. Ella calcula que decenas de miles de rótulos, en su mayoría de neón, han sido retirados en la última década, desde que el Departamento de Edificios inició una ofensiva contra estructuras no autorizadas. Algunos negocios reemplazaron voluntariamente el neón por pantallas LED más baratas.

Chan habla con quienes recibieron notificaciones de retiro y documenta la historia visual de su oficio. Las casas de empeño se anuncian con siluetas de murciélagos sujetando monedas porque la palabra para el mamífero alado suena como “fortuna”. Los símbolos alguna vez fueron importantes para clientes que no sabían leer.

“El neón es una especie de emblema de la Ciudad, una encarnación de las historias de Hong Kong”, dijo Chan. “Pero no es sólo el neón el que está sufriendo una transformación. Es toda la Ciudad, ¿no es así?”.

El arte del neón —doblar tubos de vidrio llenos de neón y otros gases inertes— llegó a Hong Kong, en parte, procedente de Shanghai. Después de que los comunistas prevalecieran en la China continental en 1949, millones de refugiados huyeron a la colonia. En la década de los 70, las calles vibraban con comercios teñidos de neón.

Cuando Jive Lau se interesó en el oficio, sólo unos cuantos maestros del neón estaban activos, comparado con un máximo de unos 400.

Para Peter Tse, un rótulo de neón de 6 metros simbolizaba la longevidad de su panadería Tai Tung, que sobrevivió a la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora de 90 años, Tse ha sobrevivido al cartel, que fue desmantelado el año pasado. Le dijeron que era demasiado grande y demasiado viejo. “Duró más de 50 años”, indicó.

© 2023 The New York Times Company

Posan bajo los rótulos de neón de centros nocturnos de karaoke en octubre en Hong Kong.

mié 13 de diciembre de 2023 a las 21:12

Por Hannah Beech/ The New York Times

Nunca se trató solamente del neón, esa estructura voladiza llamativa y consumista sobre las calles de Hong Kong anunciando casas de empeño, panaderías de pasteles de luna, saunas y locales de sopa de aleta de tiburón.

Porque si bien la represión del Gobierno contra los rótulos de neón se debe a inquietudes ambientales y de seguridad, la campaña evoca la desaparición del propio Hong Kong.

Muchos de los turistas y extranjeros residentes se han ido.

Los hongkoneses también se han ido. Más de 110 mil residentes permanentes se marcharon el año pasado, y la población de la Ciudad de personas con una fortuna de más de 30 millones de dólares se redujo en un 23 por ciento, arrojan datos de encuestas gubernamentales y de riqueza.

Su partida, un cuarto de siglo después de que el territorio volviera del dominio británico al chino, ha sido impulsada por el declive económico del territorio y por una aguda disminución de los derechos políticos.

Quienes permanecen en Hong Kong están polarizados entre quienes temen que el liderazgo comunista en Beijing esté destruyendo lo que hacía especial al lugar —como una prensa libre y un Poder Judicial independiente— y quienes creen que la gente aquí siempre ha soportado los caprichos de quienes están a cargo.

$!Una escena nocturna con coloridos rótulos de neón en inglés y chino, en Hong Kong, en los años 60.

Desde el 2020, una ley de seguridad nacional penaliza actos considerados amenazantes para el Estado. Por ello, estudiantes y ex legisladores están en prisión.

El debut directorial de la cineasta hongkonese Anastasia Tsang, “A Light Never Goes Out” (Una Luz Nunca se Apaga), trata sobre una familia que lidia con la muerte de un fabricante de rótulos de neón. La película es una elegía a un oficio moribundo que también podría ser un réquiem por algo más grande.

Desde el 2021, cuando rodó la película, han desaparecido muchos de los rótulos de neón que usó como telón de fondo.

Cardin Chan opera Tetra Neon Exchange, un grupo dedicado a conservar rótulos fuera de servicio. Ella calcula que decenas de miles de rótulos, en su mayoría de neón, han sido retirados en la última década, desde que el Departamento de Edificios inició una ofensiva contra estructuras no autorizadas. Algunos negocios reemplazaron voluntariamente el neón por pantallas LED más baratas.

Chan habla con quienes recibieron notificaciones de retiro y documenta la historia visual de su oficio. Las casas de empeño se anuncian con siluetas de murciélagos sujetando monedas porque la palabra para el mamífero alado suena como “fortuna”. Los símbolos alguna vez fueron importantes para clientes que no sabían leer.

“El neón es una especie de emblema de la Ciudad, una encarnación de las historias de Hong Kong”, dijo Chan. “Pero no es sólo el neón el que está sufriendo una transformación. Es toda la Ciudad, ¿no es así?”.

El arte del neón —doblar tubos de vidrio llenos de neón y otros gases inertes— llegó a Hong Kong, en parte, procedente de Shanghai. Después de que los comunistas prevalecieran en la China continental en 1949, millones de refugiados huyeron a la colonia. En la década de los 70, las calles vibraban con comercios teñidos de neón.

Cuando Jive Lau se interesó en el oficio, sólo unos cuantos maestros del neón estaban activos, comparado con un máximo de unos 400.

Para Peter Tse, un rótulo de neón de 6 metros simbolizaba la longevidad de su panadería Tai Tung, que sobrevivió a la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Ahora de 90 años, Tse ha sobrevivido al cartel, que fue desmantelado el año pasado. Le dijeron que era demasiado grande y demasiado viejo. “Duró más de 50 años”, indicó.

© 2023 The New York Times Company

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