Perdón, Nicaragua
Exclusivo para Suscriptores
¿Ya tiene su suscripción? Únase a nuestra comunidad de lectores.
SuscríbaseGracias por informarse con
El Heraldo
Alcanzó su límite de artículos
Suscríbase y acceda a artículos, boletines, eventos y muchos más beneficios, sin límite.
SuscríbaseGracias por informarse con
El Heraldo
Artículo exclusivo bajo registro
Inicie sesión o regístrese para acceder al mejor contenido periodístico.
Iniciar SesiónGracias por informarse con
El Heraldo
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha documentado 355 personas asesinadas entre abril de 2018 y julio de 2019 por el régimen Ortega-Murillo en Nicaragua, hay unos 181 presos políticos y más de 100,000 nicaragüenses se han ido al exilio. La condena internacional se ha hecho ver, a excepción de aquellos países aliados a Nicaragua como Bolivia, Cuba, China, Venezuela y Rusia. En el caso de Honduras, nuestros gobiernos han tenido su particular papel que no necesariamente refleja el sentir de nosotros como pueblo que valoramos la libertad y estamos moralmente en contra de todo tipo de opresión, sin importar bando ideológico.
Por un lado, el expresidente Juan Orlando Hernández fue de los escasos mandatarios que estuvo en la cuarta toma de posesión consecutiva de Daniel Ortega el pasado 10 de enero de 2022, codeándose con un personaje conocido por albergar líderes corruptos de otros países. La toma de posesión se dio después de unas elecciones marcadas por la persecución política que tuvo una abstención de 80% del electorado, quedando tildadas de “ilegítimas” por la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea y unos 40 países.
Por el otro lado, el pasado 31 de marzo de 2022, el gobierno de Xiomara Castro en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas votó en contra de establecer un mecanismo internacional con expertos independientes para investigar las violaciones de derechos humanos en Nicaragua, para después aclarar el día siguiente que se abstuvo de votar.
La “paradoja de la tolerancia” del filósofo austríaco Karl Popper viene a decir que para tener una sociedad tolerante hay que ser intolerante con los intolerantes que recurren a la violencia; porque si se tolera a los intolerantes, entonces éstos acabarían imponiéndose. Los derechos humanos son irrenunciables e innegociables porque son garantías que nos protegen del poder político. Un poder que en nuestros contextos de subdesarrollo en muchas ocasiones se vuelve intolerante a la crítica, al disentimiento o al control social democrático, al grado que utiliza la violencia para imponerse.
Este 18 de abril de 2022 se cumplió el cuarto aniversario de las protestas ciudadanas en Nicaragua, un país sumergido en el aislamiento mientras la dinastía Ortega-Murillo llega a 15 años continuos en el poder bajo una estructura de opresión, corrupción y terror.Si la Honduras que pretende reconstruir su Estado de derecho quiere ser tomada en serio a nivel internacional, las decisiones que tome sobre la precaria situación de derechos humanos en Nicaragua no deben estar basadas en conveniencias materiales e ideologías, sino en planteamientos morales como el de Popper.
Perdón, Nicaragua, por hacer un juego político de tus muertes, dolor y sufrimiento. Perdón, Nicaragua, porque nuestros gobiernos nos hacen ver tolerantes a los intolerantes. Perdón, Nicaragua, porque te hemos fallado como centroamericanos morazanistas.