Honduras

De King size a las camas de cemento: ¿Cómo Honduras cambia su sistema carcelario?

Al menos cuatro recintos, aislados de los centros urbanos y con dispositivos de máxima seguridad, se planean habilitar
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03.01.2017

Tegucigalpa, Honduras
Aire acondicionado, duchas, televisores Smart TV, equipos de sonido de alta gama, señal Wifi, minicocina, bar y, para un sueño profundo, acogedoras camas King size.

La primera impresión es que acabamos de leer un trifolio con la oferta de un hotel de buena repuntación; pero, según las autoridades de seguridad, son parte de los lujos en los que vive la 'élite' de los reos en Honduras.

A pesar que una radiografía reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) alertaba del hacinamiento en las cárceles de Honduras -hay una población 17,017 reos para una infraestructura con capacidad para apenas 8,120-, los reclusos más peligrosos y de mayor poder económico se las ingenian para vivir en total confort, con complicidad de las autoridades.

Sin embargo, para cientos de ellos esta vida de privilegios empieza a llegar a su fin con la puesta en marcha en el país de nuevos presidios bajo el concepto de una modernización en el sistema carcelario y los recientes traslados de privados de libertad peligrosos a una de ellos.

Hablamos de El Pozo, nombre por el cual se conoce al centro penitenciario de máxima seguridad en Ilama, Santa Bárbara, occidente de Honduras, habilitado en septiembre del 2016.

Este recinto se hizo famoso cuando se efectuó una serie de traslados de líderes de pandillas el año pasado para evitar que, desde la comodidad y la corrupción, siguieran ordenando crímenes y extorsionando a la población detrás de bartolinas.

Los cabecillas de las maras son trasladados con altas medidas de seguridad a la cárcel de Ilama.

Este martes se desarrolló el traslado de 15 reos más a la cárcel de El Pozo, centro penal de máxima seguridad en Ilama, Santa Bárbara, occidente de Honduras.
Del paraíso al infierno
La vida de lujos y crimen había llegado a su fin, pregonó el presidente hondureño Juan Orlando Hernández en esa ocasión. A través de boletines del gobierno y fotografías, la población conoció 'el infierno' en El Pozo.

Los afables dormitorios, propios de un hotel, se convirtieron en oscuras celdas con camas de cemento, aunque la pérdida de los privilegios apenas fue uno de los movimientos, el golpe certero fue aislarlos.

Este martes se realizó otra movilización para colocar 15 nuevos huéspedes en El Pozo, lo que hace un total de 168 reos con esta última acción; y mandatario aprovechó para sostener que las medidas continuarán.

'Les esperan celdas de máxima seguridad, donde no tendrán llamadas, ni visitas, estará solo y aislado, eso lo hacemos para proteger a la ciudadanía', advirtió.

El diseño de la cárcel de Ilama es el piloto para los nuevos presidios: Aisladas de la comunidad, varios anillos de seguridad, cámaras de vigilancia, personal certificado, bloqueo de señal celular, regulación y restricción de visitas, entre otras medidas.

Para el presidente, la certificación del personal ('capacitado y comprometido') es parte fundamental. Así evitan la corrupción y la introducción de elementos prohibidos. También se frena el poderío que tenían los cabecillas de maras y pandillas con sus redes en el exterior.

Bajo ese concepto también fue concebida La Tolva, un recinto carcelario en Morocelí, El Paraíso, oriente de Honduras, que pronto será habilitado, anunció Hernández en la conferencia de prensa.

A los dos anteriores se suman los centros penales de El Porvenir, Francisco Morazán (zona central); y Naco, Cortés (norte), siendo un total de cuatro, lo que también ayudaría a descongestionar las 24 cárceles.

Otra particularidad es el aislamiento. Ninguno de los recintos queda o quedará cerca de centros urbanos.

Ilama está a unos 55 kilómetros de la ciudad más cercana: San Pedro Sula. No digamos los 156 kilómetros de distancia con la capital de Honduras, de donde salieron varios reos.

+Mira más fotos de las nuevas cárceles de máxima seguridad

La vida en El Pozo
Un “penthouse” de cemento fundido recibe a los reos en El Pozo y en sus módulos de máxima seguridad la vida del prisionero es distinta.

Puertas fundidas de acero y adornadas con una pequeña ventana de vidrio blindada, una cama de puro cemento y un servicio sanitario para que realicen sus necesidades fisiológicas es lo único al interior de las de las pequeñas celdas asignadas a los cabecillas de las pandillas.

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La noche y el día o quizás la noción del tiempo se esfumará de la mente de los mareros que llegaron a su nuevo hogar, la cárcel de máxima seguridad de Ilama, Santa Bárbara, al occidente de Honduras.

La vida de lujos que se daban dentro de las bartolinas, donde eran tratados como reyes, se les acabó. El Pozo, los recibe con sus chillantes puertas metálicas y sus paredes impasables, al grado que hasta la luz del sol es imposible que penetre.

Dos por dos metros miden sus nuevas habitaciones, el aire acondicionado será el poco viento que se forme en el interior de su jaula y no tendrán que apagar las luces, porque la oscuridad les llegará acompañada de la noche.

Pero ellos no estarán solos, contaran con la presencia de varios penitenciarios y un sistema de seguridad a través de cámaras que no hablará con ellos, pero si les dará la protección necesaria para que no sientan temor o intenten fugarse.

Sus lujosas cadenas ya fueron cambiadas por esposas, además, ya no tendrán problemas cada mañana para elegir la ropa de lujo: su única vestimenta será un uniforme anaranjado que los cubrirá del frio y los piquetes de zancudos.

Una campana sonara a las 7:00 de la mañana para informarles que su desayuno está listo, un poco de frijoles con mantequilla y una rodaja de mortadela adornará sus platos, asimismo, una taza de café y una bolsa con agua acompañará su digestión.

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Tras terminar sus alimentos, volverán a otra celda para bañarse. Sacarán sus manos por un pequeño cerrojo para que les quiten las esposas y después de cinco minutos las vuelven a poner a disposición para que se las instalen y los lleven a sus bartolinas.

Después de unas horas, la campana sonará de nuevo. Esta vez les avisará que su almuerzo ya está listo, un plato lleno de arroz o espagueti, un vaso de refresco y otra bolsa con agua les estará esperando.

La misma escena se realizará a las 5:00 de la tarde, su cena contará nuevamente con frijoles y un poco de arroz, además de un pedazo de queso y un poco de café. Las comidas mantendrán su balance y no cambiarán su rutina.

Además de los anteriores servicios que les ofrecerá El Pozo, los reclusos tendrán el derecho de tomar una hora de sol. Sí, pero este no lo obtendrán en un patio abierto como acostumbraban. Las autoridades los llevarán a otra celda con una parrilla, donde los pandilleros disfrutarán de la luz natural.

En un calabozo los pandilleros reciben solo una hora de luz solar al día.

En esta celda con paneles solares recibirá una hora al día luz natural en El Pozo los reos de mayor peligrosidad.
El gigantesco monumento de dos plantas, fundido con cemento hidráulico costó 500 millones de lempiras y está hecho para que al menos 2,000 reclusos de alta y media peligrosidad puedan permanecer en su interior.

El centro penal está acordonada por un muro perimetral fundido con varilla, además, un serpentina doble con colmillos filudos. Varios policías revisan a lo largo y ancho de la cárcel subidos en una torre de control, donde están pendientes de cualquier movimiento extraño.

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La Tolva, un espejo de El Pozo
El presidio levantado en Morocelí es un espejo de El Pozo, pero lo diferencia en el nivel de peligrosidad de sus huéspedes. La conocen como La Tolva.

A una hora de la capital y a un costo de 23 millones de dólares, las autoridades convirtieron 16.5 manzanas de terreno en una cárcel de 24 edificios con una capacidad para 1,300 privados de libertad.

Al igual que en el recinto de Ilama, la seguridad será máxima y los reos de mayor peligrosidad serán aislados en módulos especiales con fuertes restricciones.

De esta forma, cuatro de los ocho módulos destinados para los reclusos - porque unos edificios serán administrativos y otros para la permanencia de agentes penitenciarios- son exclusivos para los que representan una alerta media y los restantes para los que son de mínimo riesgo.

Las medidas de seguridad en La Tolva, cárcel ubicada en Morocelí, El Paraíso (oriente de Honduras) también estrictas. En la foto, el sistema de monitoreo.
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Sin embargo, los protocolos de vigilancia no se suavizan: Varios anillos de seguridad dividen el interior del exterior y las visitas y empleados deben pasar una inspección manual en cuartos especiales. Unos 400 agentes se encargarán que así sea.

Estos privados de libertad se deben olvidar de las pulperías y la compra de aguardiente de la que tanto disfrutan en el sistema corrupto.

Igualmente, ir a La Tolva es un adiós a los privilegios: nada de aire acondicionado, duchas, televisores, equpios de sonido y camas King size.

Un servicio, un lavabo y un espejo de aluminio pulido fijado a la pared espera a los de mayor peligrosidad.

Cada una de estas celdas, con cama de cemento y una colchoneta de seis pulgadas de espesor, será compartida por dos reos, que se deberán acostumbrar a la nueva vida sin lujos y sin servicios de hotel.

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