La exfoliación, un paso en su rutina de cuidado que no debe olvidar
La exfoliación es, más allá de un gesto ocasional, uno de los pilares esenciales del cuidado cutáneo para lucir una piel saludable y bonita. No se trata solo de eliminar células muertas, sino de reactivar la piel, mejorar su textura y potenciar la eficacia de los tratamientos que se aplican después
La piel, como cualquier otro órgano, se renueva de manera natural cada pocas semanas. Sin embargo, ese proceso se ralentiza con el paso del tiempo, el estrés o la falta de hidratación, es por eso que la exfoliación actúa como un reinicio cutáneo.
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La exfoliación elimina células muertas acumuladas en la superficie, por lo que favorece la renovación celular y activa la microcirculación, esto favorece la buena recepción a los tratamientos que se aplican después, ya que los activos penetran mejor.
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Exfoliar no solo mejora el aspecto inmediato, sino que también contribuye a mantener la piel más sana, uniforme y suave a largo plazo. Una práctica que optimiza la eficacia del resto de la rutina cosmética.
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Antes, exfoliar la piel se consideraba una acción que debía realizarse con cautela, y se asociaba con un gesto agresivo, pero las fórmulas actuales han evolucionado enormemente. Nuevas texturas permiten hacerlo con frecuencia y seguridad, incluso en pieles sensibles.
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La clave de una buena exfoliación está en tres factores: la fórmula, el tamaño de la partícula exfoliante y el modo de aplicación. El secreto está en la fórmula, en cómo la aplicamos y, sobre todo, en respetar las necesidades de nuestra piel.
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Las partículas demasiado grandes o abrasivas pueden alterar la barrera cutánea, por eso hoy se distinguen los exfoliantes faciales de los corporales. Cada uno ofrece una acción eficaz sin comprometer la barrera cutánea.
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Al exfoliar valore la manera en que lo hace: sobre piel seca la acción es más intensa, mientras que sobre piel húmeda resulta más suave y delicada. La exfoliación es apta para cualquier tipo de piel, el cuidado que debe tener es el de elegir el producto que responde a sus necesidades y tipo de piel.
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En pieles secas o apagadas, ayuda a eliminar la descamación y recuperar la luminosidad. Favorece además la absorción de los productos hidratantes.
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En pieles grasas, mejora la textura y previene la obstrucción de los poros. La clave está en elegir productos equilibrados, con partículas no agresivas y texturas que permitan un masaje suave.
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Saber exfoliar correctamente marca la diferencia entre una piel renovada y una piel irritada. Lo ideal es aplicar el exfoliante con movimientos circulares y ascendentes, insistiendo en las zonas más rugosas como codos, rodillas o talones.
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¿Exfoliación física o química? Los exfoliantes químicos —basados en ácidos suaves como los AHA o BHA— se han convertido en una alternativa a los tradicionales exfoliantes físicos. Sin embargo, ambos tipos son válidos, todo dependerá de su tipo de piel y los resultados que busca.
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La exfoliación optimiza la eficacia de todo lo que se aplica después. Al eliminar las capas de células muertas, los principios activos penetran mejor, lo que multiplica los resultados de cremas, sérums o aceites. Integrar este paso en la rutina no requiere grandes esfuerzos ni productos agresivos. Lo importante es la regularidad y la personalización.
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Redacción
2025/12/0216:23H.
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